19.3.09

Judd Apatow y las miserias de la masculinidad: "Virgen a los 40" y "Supersalidos"

Hace unas semanas leí un largo artículo en la revista Rockdelux a mayor gloria del productor americano de comedias comerciales Judd Apatow. Al no haberme sentido siquiera atraído en ningún momento por ver ninguna de sus películas, me pareció curioso el ahínco que ponía la autora en darle una pátina de respetabilidad y trascendencia a lo que a todas luces parecía cine facilón, comedietas groseras de chiste fácil. Si le divierten, pues muy bien -pensé-, pero no tiene por qué intentar convencer a los demás de que además es buen cine.

Evidentemente, sólo podía basarme en mis prejuicios negativos, de modo que decidí ver un par de las películas mencionadas con mayor efusión en el artículo, "Virgen a los 40" y "Supersalidos". Apatow, que produce a un ritmo de tres o cuatro películas por año, es productor de ambas y dirige la primera. Ésta confirmó mis temores, pero la segunda me sorprendió gratamente.



Judd Apatow y su mujer, Leslie Mann, que interpreta a una borracha con ganas de marcha en "Virgen a los 40", dirigida por su marido.

En realidad, las dos películas (y quizás toda la obra producida por Apatow) tratan del mismo tema: las paradojas de la masculinidad. La tesis es que la masculinidad es algo patético que los hombres creamos esencialmente a través de la palabra, en general hablando de sexo, de nuestras proezas, nuestras conquistas, nuestra potencia, nuestra virilidad. Por supuesto, esas palabras se intercambian entre hombres, por lo que en realidad lo que nos interesa no es tanto seducir a mujeres sino a los otros hombres, demostrarles que somos los más hombres. Habreis oído alguna vez la anécdota del torero que se acostó con Ava Gardner en un hotel lujoso de Madrid y, en cuanto terminó, en lugar de quedarse con ella en la cama, salió corriendo a gritarlo por las calles. No le interesaba acostarse con ella, sino contarlo. El verdadero placer del hombre, su goce, se encuentra en la palabra, no en el sexo, en su relación con otros hombres, no con las mujeres. Por eso estas películas son tan soeces, tan repletas de groserías y de palabras y expresiones explícitas: porque ése es su tema central: la contradicción entre lo que los hombres hacen y lo que dicen.

Por eso también en las películas de Apatow las mujeres son esencialmente objetos, elementos extraños, incomprendidos, que se dividen muy sencillamente en dos clases: las que actúan de acuerdo con las fantasías que los hombres rumian en su mente y en sus interminables conversaciones y las que no. Cada mujer que aparece es inmediatamente clasificada en una categorización simplista y su comportamiento se va entender en función de ese parámetro: ¿hará lo que se espera de ella o contradirá las ensoñaciones masturbatorias del hombre?


El virgen en cuestión siendo absorbido por la mujer del productor

En "Virgen a los 40", el verdadero arranque de la película se centra en una escena en que el protagonista, en compañía de sus colegas del trabajo, intenta ocultar su virginidad hablando de su ficticia experiencia con las mujeres del modo más gráfico y guarro posible. Pero no le salen las palabras y los demás entienden en ese momento que es virgen. La palabra le ha traicionado: él, simplemente, no es un hombre porque no posee las palabras que te hacen hombre incluso antes de haber tenido relaciones sexuales. A partir de ese momento, toda la película consiste en un repetitivo juego de puesta a prueba de las fantasías sexuales que el protagonista va tomando prestadas de sus amigos: la que hay que emborrachar para llevársela a la cama, la vecinita aparentemente inocente de imaginación tan calienturienta como la de un hombre...

En medio de tanto cliché, emerge un debate moral de orden decimonónico: ¿se debe tener la primera experiencia sexual con la primera que pase o se debe reservar la virginidad a la que se ame de verdad? A esta pregunta rancia, la película responde contundentemente en favor de la opción más conservadora: el sexo es una cuestión ante todo de amor y hay que saber esperar a la persona adecuada y entregarse a ella después de un largo proceso de cortejo.

No es la menor paradoja de la factoría Apatow: un cine supuestamente provocador y subversivo, que plantea dilemas morales propios de la pubertad a los que responde sistematicamente con la opción más conservadora.

Quizás esta reflexión unilateral sobre la masculinidad sea relativamente interesante pero es difícil que dé suficiente contenido a todo un largometraje. "Virgen a los 40" es previsible, repetitiva y crispante. Me resulta particularmente molesta esa constante ruptura de la verosimilitud: en multitud de escenas ocurre algo que no resulta creíble, demasiado exagerado, la típica escena que parece fruto de la imaginación del protagonista. Pero no, éste no se despierta de ninguna ensoñación y el director (el propio Apatow) no se molesta en aclararlo; se limita a continuar la narración, mezclando alegremente escenas creíbles con otras inverosímiles. Si por lo menos las ocurrencias en cuestión llegaran a surrealistas, otro gallo cantaría, pero son simplemente exageraciones supuestamente divertidas. Afortunadamente, el final (una reinterpretación estrafalaria de "Aquarius/Let the Sunshine in" del musicla "Hair" -la misma que versioneó Raphael-, como celebración del despertar sexual) sí es surrealista y muy divertido y, la verdad es que se agradece después de tanta tontería vacua.


"Supersalidos" (prefiero el título original, "Superbad") es una película mucho más coherente y sólida, y sobre todo más sincera. Para empezar, trata de la adolescencia, que es la época lógica para el tipo de cuestiones que plantean estas películas: la época en que un chico aún no ha tenido una experiencia sexual y todo lo que conoce del sexo le ha llegado a través de la pornografía y de la palabra. Para ellos, en efecto, una chica es un misterio: es imposible saber si le gustas, es imposible saber si está dispuesta a irse a la cama. Todo lo que puebla tu mente son clichés, imágenes pornográficas y palabras y más palabras que has intercambiado con tus amigos. Trasladar ese estado a personajes de 35 años, como hace "Virgen a los 40", me parece un poco idiota. Pero en "Supersalidos" tiene su razón de ser.

Lo curioso de esta película es que el guión está escrito por el actor Seth Rogen y su gran amigo de adolescencia, Evan Goldberg basándose en sus propios recuerdos de aquellos años, dándole incluso a los personajes sus propios nombres de pila (ambos ya habían escrito juntos varios episodis del "Show de Ali G"). La historia se centra en su relación, que resulta real y auténtica, muy creíble. De nuevo, las chicas objeto de sus fantasías no son más que eso, objetos de los que se espera una reacción, pero esta película se esmera en analizar esas paradojas.


Seth Rogen, el guionista inesperado.

Seth cree que tiene que emborrachar a la chica que le gusta para poder llevársela al catre, pero entiende demasiado tarde que ella no bebe alcohol y que, aunque él le gusta, no está dispuesta a hacer nada con él si está borracho. Moraleja: las fantasías y los prejuicios del hombre son destructivos, un obstáculo para obtener lo que desea.

En paralelo, su amigo se encuentra con que la chica que le gusta está borracha como una cuba. Es la oportunidad de oro que nunca se va a repetir: suben al cuarto y ella convierte en realidad la más salvaje de las fantasías masculinas: se desnuda, le desnuda y está deseando hacerle una felación. Pero él, para su propia sorpresa, entiende que no es lo que desea y, tras pretender que está encantado, se resiste.

Cuando las fantasías masculinas se convierten en realidad.

Tras ese doble fracaso, los dos amigos duermen el uno junto al otro en sacos de dormir, como han hecho tantas veces a lo largo de su adolescencia. Lamentándose de su mala suerte, acaban confesando lo que realmente sienten: "no tiengo miedo de decirlo; te quiero" y así repiten varias veces "te quiero" antes de quedarse dormidos, abrazados como amantes. Al día siguiente, Seth se despierta y quiere salir corriendo como un Don Juan cualquiera tras una conquista de una noche. Es sorprendete que los guionistas se hayan atrevido a llevar su tema hasta sus últimas consecuencias de un modo tan explícito. No es una película sobre el descubrimiento de las relaciones con las mujeres, sino sobre la verdadera naturaleza de la amistad entre dos adolescentes.

El resto de la película funciona como una "screwball comedy" de los años cuarenta, con un ritmo muy rápido, haciendo que las situaciones absurdas se encadenen y que estén tan enmarañadas que nada se puede resolver si los demás elementos no se resuelven. Funciona bien, es divertida y la dirección es puramente funcional, de una discreción total, al servicio del guión y de los actores, pero nada de ello tendría valor alguno si los guionistas no hubieran sido honestos y sinceros. Ése es el secreto del éxito de esta película.

13.3.09

"Niebla" (1914), Nivola jocosa de Unamuno.

Cojo "Niebla" con una mezcla de curiosidad y reticencia. La novela de un filósofo tan respetado no puede sino ser seria, teórica, sin duda algo plomiza. Mis referencias son la lectura de "San Manuel, bueno, mártir" en el instituto, cuya temática metafísico-espiritual dejó frío al adolescente que era, y la visión de la adaptación cinemtográfica que de su "Tía Tula" hizo Miguel Picazo. Me preparo para una lectura ardua, que probablemente me deje a ratos en las orillas de la incompresión. Con esa mentalidad, empiezo a leer.

Y me parto de risa.



El tono es jocoso y libre. Un prólogo irrevenrencial escrito por uno de los personajes de la novela ataca directamente al autor, que se defiende energicamente en un post-prólogo. La novela con el despertar sexual de un huérfano ya mayorcito que se enamora de la primera moza con quien se cruza en la calle. Sus monólogos interiores, lejos de las riadas de otros escritores, están hechos para arrancar auténticas caracajadas. La filosofía aparece con frecuencia, pero siempre en un tono ligero y autoparódico.

Por ejemplo, desde el primer capítulo nos encontramos con pasajes tan vivos como éste:

"Y se detuvo a la puerta de una casa donde había entrado la garrida moza que le llevara imantado tras de sus ojos. Y entonces se dio cuenta Augusto de que la había venido siguiendo. La portera de la casa le miraba con ojillos maliciosos, y aquella mirada le sugirió a Augusto lo que entonces debía hacer. «Esta Cerbera aguarda –se dijo– que le pregunte por el nombre y circunstancias de esta señorita a que he venido siguiendo y, ciertamente, esto es lo que procede ahora. Otra cosa sería dejar mi seguimiento sin coronación, y eso no, las obras deben acabarse. ¡Odio lo imperfecto!» Metió la mano al bolsillo y no encontró en él sino un duro. No era cosa de ir entonces a cambiarlo, se perdería tiempo y ocasión en ello.

–Dígame, buena mujer –interpeló a la portera sin sacar el índice y el pulgar del bolsillo–, ¿podría decirme aquí, en confianza y para inter nos, el nombre de esta señorita que acaba de entrar?

–Eso no es ningún secreto ni nada malo, caballero.

–Por lo mismo.

–Pues se llama doña Eugenia Domingo del Arco.

–¿Domingo? Será Dominga...

–No, señor, Domingo; Domingo es su primer apellido.

–Pues cuando se trata de mujeres, ese apellido debía cambiarse en Dominga. Y si no, ¿dónde está la concordancia?

–No la conozco, señor."

Aparte de diálogos jocosos, también hay mucha metaliteratura en "Niebla". Unamuno llega incluso a poner a escribir a uno de los personajes, que se dedica a exponer su teoría de la literatura, un cierto tipo específico de novela que él llama "nivola". Esta concepción de la novela se concentra en las ideas expresadas por los personajes y deja de lado el contexto histórico o incluso los avatares de la ficción, que pasan a un segundo plano, de apoyo a la confrontación de ideas que se materializa en los diálogos: "Mis personajes se irán haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá formando poco a poco. Y a las veces su carácter será el de no tenerlo [...] Lo que hay es diálogo; sobre todo diálogo. La cosa es que los personajes hablen, que hablen mucho, aunque no digan nada.".


Así, uno de los personajes más divertidos de "Niebla", el tío de la moza, no es sino un compendio de ideas, algunas de ellas contradictorias, y cuya presentación también vale la pena copiar aquí:

"En este momento entró en la sala un caballero anciano, el tío de Eugenia sin duda. Llevaba anteojos ahumados y un fez en la cabeza. Acercóse a Augusto, y tomando asiento junto a él le dirigió estas palabras:

–(Aquí una frase en esperanto que quiere decir: ¿Y usted no cree conmigo que la paz universal llegará pronto merced al esperanto?)"

Pero el tío de Eugenia no es sólo esperantista: "Todo es uno, señor, todo es uno. Anarquismo, esperantismo, espiritismo, vegetarianismo, foneticismo... ¡todo es uno! ¡Guérra a la autoridad!, ¡guerra a la división de lenguas!, ¡guerra a la vil materia y a la muerte!, ¡guerra a la carne!, ¡guerra a la hache! ¡Adiós!"

Por supuesto, en esta concepción de la novela, el diálogo juega un papel muy importante: hay que dejar que los personajes digan lo que piensan, que intercambien ideas. El narrador no debe intervenir demasiado para imponernos sus propias ideas sobre tal o cual personaje. Así se rompe con esa crispante tendencia del narrador de la novela decimonónica a inmiscuirse, a decirnos los que debemos pensar, a emitir juicios de valor. He de admitir que siento profunda simpatía por esa concepción de la ficción. Dejemos que los personajes hablen y que las ideas choquen.

A decir verdad, el propio Unamuno contradice estas ideas que él mismo expone al introducir un personaje, Antolín Paparrigópulos, que representa el tipo de estudioso que execra. Con gran desprecio, acaba juzgando que "pertenecía a la clase de esos comentadores de Homero que si Homero mismo redivivo entrase en su oficina cantando le echarían a empellones porque les estorbaba el trabajar sobre los textos muertos de sus obras y buscar un apax cualquiera en ellas".

La nivola mantiene ese tono jocoso casi hasta el final, haciendo desfilar a una galeria de personajes estrafalarios y exponiendo una enrevesada relación amorosa entre el protagonista y la moza que persigue. En las últimas páginas la nivola se diluye: el propio Unamuno hace acto de presencia y discute con su personaje la suerte que le debe reservar. Esta última parte es menos divertida y, leída desde el punto de vista contemporáneo, cuando ya hemos visto pasar tanta metaliteratura y tanta postmodernidad, tiene menos interés, si bien hay que reconococerle a Unamuno el mérito de haber sabido beber de las fuentes de Cervantes para crear esta obra tan moderna.


Ahora me apetece leer "La Tía Tula" y volver a ver la película de Picazo, de la que guardo un recuerdo muy positivo, pero también muy vago.

5.3.09

Buscando a Gus Van Sant: "Paranoid Park" y "Milk".

Hacía bastantes años que no veía una película de Gus Van Sant. Cuando era un adolescente, él representaba el cine independiente americano: libre, crudo, complejo. "Drugstore Cowboy" con Matt Dillon (1989) y "My own private Idaho", con River Phoenix y Keaunu Reeves (1991) se encuentran entre las primeras películas que me hicieron entender que se podía esperar del cine algo más que risas, lágrimas o acción, algo más difícil de expresar.


No sé si esas películas me seguirían gustando hoy en día, pero en todo caso le perdí la pista. Después de un fracaso, se dedicó a películas con aspiraciones más comerciales: la fría "Todo por un sueño" con Nicole Kidman (1995), la simpática "El indomable Will Hunting" (1997) con Robin Williams y la blanda "Finding Forrester", con Sean Connery (2000). Se limitaba a prestar su nombre y su oficio a productos hollywoodienses relativamente formateados, más bien almibarados, con algún toque de originalidad y de denuncia social.

Empezó a dar señas de querer volver a un estilo más personal con un proyecto rayano en lo absurdo: una reconstitución plano a plano de "Psicosis" (1998), pero fue con "Gerry" (2002), un pequeño experimento personal casi sin presupuesto, y sobre todo con "Elephant" (2003), un film sobre las masacres en los institutos norteamericanos, cuando recuperó el estatus de autor americano por excelencia. A ésta han seguido "Last Days" (2005), sobre el suicidio de Kurt Cobain y "Paranoid Park" (2007), tercera película sobre la juventud contemporánea, su relación con la violencia y sus dudas permanentes.


"Paranoid Park" narra cómo un "skater" adolescente se ve implicado en el asesinato accidental de un guardia de vías de tren. A decir verdad, la historia en sí tiene poca importancia, si bien Van Sant utiliza a ratos técnicas de suspense e intriga. Lo interesante de la película es cómo está narrada: el protagonista decide escribir lo que le ha ocurrido, pero como no está acostumbrado a escribir ni tiene una visión objetiva, las cosas vienen a trompicones, atropelladamente. La narración imita los mecanismos de la memoria: por ejemplo, la escena clave del asesinato llega tardíamente y el propio narrador admite que era como si la hubiera borrado de su memoria durante días.

El estilo del director también imita los caprichos subjetivos de la memoria, estirando escenas aparentemente banales y dejando pasar inopinadamente escenas objetivamente cruciales. El asesinato, la primera experiencia sexual o el drama del divorcio de los padres no parecen tener más importancia que una visita al cuarto de baño, pero la cámara se regodea durante minutos enteros en los estéticos saltos ralentizados de los "skaters" o en los paseos del protagonistas por los pasillos del instituto. Estamos en la mente del chaval, atrapados en su narración subjetiva de los hechos: sólo vemos lo que su memoria quiere recordar y vamos a tener más tiempo y más detalles dedicados a cosas que pueden parecernos banales, pero son importantes para él.


Es curioso el uso que se hace del sonido en "Paranoid Park": en general, la banda sonora es densa y caprichosa y contribuye a formar la impresión de que nos encontramos en el interior de un flujo de consciencia y no en una narración de corte clásico. Las escenas al ralentí suelen estar acompañadas de piezas electrónicas de ritmo huidizo y con un poderoso efecto atmosférico, en particular en una preciosa escena bajo la ducha. Lo más original, sin embargo, es la recuperación de numerosos tramos de la banda sonora de "Giulieta degli Spiriti" de Fellini, compuesta por Nino Rota, ya desde el plano de apertura. Este elemento totalmente exógeno viene a introducir contrapuntos interesantes: en un momento casi godardiano, la reacción airada de la novia a la que el protagonista está dejando queda cubierta por un pequeño aporte de la banda sonora de Rota. Simplemente porque a él le trae sin cuidado lo que ella diga y está en otra parte (el conjunto de la película se puede leer como una iniciación a la homosexualidad). El toque mágico y etereo de las composiciones de Nino Rota sirve aquí el mismo propósito que en la película de Fellini, el de subrayar la capacidad que tiene la imaginación de imponerse sobre la realidad.
"Paranoid Park" es una película original e interesante, además de entretenida y por momentos realmente bonita. Sin lanzarse a lo abiertamente experimental ni perder en ningún momento el hilo narrativo, Van Sant busca maneras de expresar cosas que son difíciles de captar con métodos clásicos, en parte porque se niega a usar los diálogos como canal de expresión de los pensamientos del protagonista. Ante todo, la película es fruto de un supremo esfuerzo por entender lo que para un adulto normal parece incomprensible: qué pasa por la mente de un chico así.


Pocos después de terminar "Paranoid Park", ya estaba Van Sant trabajando en "Milk" (2008), un obra de naturaleza totalmente distinta: se trata de un film histórico, una biografía política para consumo de la clase liberal americana, defensores de los derechos de los homosexuales. Es también, volviendo al estilo de sus películas anteriores a "Gerry", un vehículo para que un actor famoso, Sean Penn, se luzca. Se luce tanto que hasta le han dado el Oscar.

El director toma partido por una realización lineal, cronológica y perfectamente legible, de principio a fin. Practicamente, salvo en elementos aislados, parece como si el director se negara a poner en práctica las enseñanzas de sus experimentaciones anteriores y quisiera sobre todo crear un vehículo para la historia que tiene que contar. A decir verdad, lo más probable es que los productores no le dejaran elección, pero no hay que descartar que fuera la voluntad del propio director: concentrarse en la historia.


El resultado es una película interesante que no llega nunca a ser apasionante. Sean Penn hace un trabajo excelente, muy creíble, y el éxito de la película se apoya en gran medida sobre él . Los aspectos personales de la historia son relegados a un segundo plano, en favor del análisis histórico de la emergencia de un movimiento gay en San Francisco: según he leído, había muchas más escenas de sexo pero en el montaje Van Sant decidió concentrarse en el aspecto político de la historia. Hay muchas cosas interesantes, como por ejemplo la ambigüedad de la relaciones de este movimiento poco estructurado con el Partido Demócrata o la emergencia paralela de un movimiento conservador como reacción al liberalismo reinante en los sesenta. Es el nacimiento de la "guerra de valores", en que cada bando intenta estructurarse para defender sus valores morales y/o religiosos, esa guerra a la que se supone Obama quiere poner fin. Diría que lo que narra la película también es el origen de lo que hemos vivido en España alrededor del matrimonio homosexual.

"Milk" me habla mucho más a la mente que al corazón y, si no fuera por Sean Penn, me dejaría un poco frío. Incluso la secuencia final del doble asesinato, con esos mismos movimientos de cámara por los pasillos recurrentes en "Paranoid Park" no adquiere aquí el peso esperado: el plano que utiliza la ópera "Tosca" como metáfora me resulta forzado y la secuencia final de la procesión con velas un poco lacrimógena. Y no puedo evitar preguntarme qué habría sido "Milk" si Gus Van Sant la hubiera concebido como sus anteriores películas, como un flujo de conciencia, como una puesta en imágenes, tiempo y música de la visión subjetiva de un individuo desorientado.

Posiblemente una gran película, pero parece que no podía ser: "Milk" es una película histórica, cuyo compromiso con la objetividad fría de una mirada externa es de orden moral.