9.12.05

Literaturas


RATONES
SAGRADOS

He encontrado en esa mina de oro que es Internet un cómic cortito de Michael Abate, que se ofrece completo (ver link a la derecha), en el que el autor, un estudiante de cómic, intenta hacer que la vaca sagrada del momento, Art Spiegelman, lea su última obra. Conociendo la obra inmensa de Spiegelman, no puede caber duda de la sutil inteligencia de Abate en la construcción de esta pequeña obra. Intentaré explicar porqué.

Los dos tomos de "MAUS", de Art Spiegelmen, publicados en 1986 y 1991, significaron una auténtica revolución en el mundo del cómic, sobre todo desde el punto de vista de la percepción de esta forma de expresión como un arte menor. Al encontrar el modo de expresar a la vez la cuestión judia en Estados Unidos, el dilema moral del holocausto y el problema de la transmisión de esta herencia histórica en el seno de una familia, Spiegelman conferió al cómic un nuevo estatus. En el contexto de una búsqueda de nuevas formas de expresión que fueron los años ochenta, el autor americano ofrece el cómic como respuesta.

"MAUS" es la historia de Art Spiegelman, dibujante de cómics que, en plena depresión artística, decide chupar a su padre la sangre de su historia: el holocausto y cómo logró sobrevivir. Los "mouses" (ratones) son los judios, los nazis gatos, los americanos son perritos y los polacos cerdos. El dibujo, en blanco y negro, es tan simple que subraya esta reducción voluntaria a alteridades para expresar sin mediación alguna la devaluación del hombre por el hombre, pero también el proceso de reducción moral que los hechos han sufrido a través de su narración y reinvención a lo largo de las décadas, tanto por el sionismo como por el neonazismo o el revisionismo.

Pero lo más interesante de "MAUS", a mi entender, es su complejo proceso de narración, que permite observar cómo durante la elaboración del cómic que estamos leyendo (es decir, en el proceso de transmisión de la vivencia histórica), el propio Spiegelman se convierte en víctima de un proceso de deconstrucción de la personalidad. Vemos al ratoncillo diluirse poco a poco y hundirse en la noche negra de sus propios orígenes y comprendemos que la obra que leemos no tiene fin y que un proceso de transmisión limpio y honesto es simplemente imposible.

¿Porqué? Porque la historia es cultura y se canaliza a través de medios de expresión, ya sean colectivos o individuales. Las muñecas rusas de "MAUS" no hacen más que forzarnos a pensar que nos encontramos en la búsqueda permanente de un canal que transmita nuestra cultura, que a su vez nos ha llegado a través de otros canales que ya no nos son propios. Al pedirle a su propio padre que le cuente su historia personal, el autor quiere acudir al origen, a la fuente del saber, pero este saber no llega más que a través de una experiencia personal y subjetiva y a través de la palabra, un canal como otro cualquiera. La verdad no existe; la historia es la construcción de una percepción de la historia y el hombre post-moderno queda solo ante la enorme tarea de construir un canal de transmisión que le sea propio.

Y así volvemos a Abate. Lo que preocupa al joven estudiante es la cuestión de la herencia: cómo comportarse frente a la vaca sagrada que es Spiegelman, el reinventor del lenguaje del cómic. Abate no sólo retoma su estilo hasta el punto de imitarlo, disfrazando a todos los personajes de ratones, construyendo las páginas de manera similar, sino que recurre al mismo método de puesta en escena de sí mismo y del propio Spiegelman. Abate subraya la imposibilidad de la transmisión oral que había servido de base a Spiegelman, mostrando diálogos banales o prentenciosos y saltándose las clases que da el famoso autor (incluyendo un "blablabla").

Queda pues estudiar su obra, "MAUS", subida al mismo pedestal que el "Ulises" de Joyce, tan perfecta que sólo se puede pensar en imitarla, que es precisamente lo que está haciendo el autor. Hasta que llega la ruptura; Abate se quita la máscara y deja de ser un ratón para ser Michael Abate, un tipo ojeroso y cabreado, que garabatea en busca de un canal propio de expresión, que permita la reformulación de la cultura que el propio Spiegelman, tan torpemente como todos, ya había transmitido.

No sé si lo encontrará, pero sé que ha puesto el dedo en la llaga.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mol be tu bloggito amigo!
Tu veux dîner à casa ce soir?
a plus
Jo

Gret dijo...

Ke chulo tu blog. Me gusta, le linkiaré. Escribes bien.