17.2.10

"Zama" de Antonio di Bendetto

Siempre es difícil encontrar joyas olvidadas en la Historia de la literatura. Por ello, cuando ocurre, la emoción es aun mayor. Antonio di Benedetto, autor argentino de los años cincuenta, ha quedado sepultado en la memoria colectiva bajo el enorme peso del boom latinoamericano, de la literatura de los mitos y del lenguaje exhuberante, de los novelones hiperambiciosos. Por supuesto, no tengo nada contra García Márquez & Co., pero me alegro de que por fin haya llegado la hora de recuperar a di Benedetto. La editora argentina Adriana Hidalgo se ha puesto a la labor y me consta que su obstinación empieza a dar resultados en España.


Lo descubrí con "El silenciero", un livro pequeño y percutante, poético en su estilo y matemático en su construcción. Di Benedetto contaba la progresiva caída en la locura de un hombre que no soporta los ruidos que le rodean con una prosa tan extraña y esquiva que obliga a una permanente relectura que, cada vez, saca un sentido nuevo a una frase de riqueza infinita y enigmática. Di Bendetto es aquél que nunca recurre al cliché para cerrar una frase, aquél que siempre le da una vuelta más al sentido de lo que escribe. Es como esa pequeña piedra que lanzas a la superficie del agua y la ves botar una vez y otra y otra, hata que la pierdes de vista e ignoras si sigue su periplo.

"Zama" requiere incluso más parsimonia por parte del lector, más entrega. No es exactamente concentración ni esfuerzo, es más bien dejarse llevar por la propia incomprensión de lo que leemos. No por leerla tres veces vamos a entender mejor una frase de di Benedetto, va a seguir siendo tan enigmática como al principio, pero vamos a sentirla poco a poco entrar en nosotros, hasta hacerla nuestra. En otras palabras, es prosa pero es poesía.

En un principio, la elección de situar la historia en el Paraguay del siglo XVIII parece caprichosa e incómoda, sobre todo porque di Benedetto no hace los esfuerzos típicos de la novela histórica por contextualizar y dar credibilidad a la narración. No, se limita a intentar escribir como lo haría un hombre en esa época y lugar, sin dar información que para él resultaría demasiado evidente. En la contraportada la editora Adriana Hidalgo cita unas palabras certeras de Cortázar: "Di Benedetto pertenece a ese infrecuente tipo de escritor que no busca la reconstrucción ideológica del pasado, sino que está en ese pasado y, precisamente por eso, nos acerca a vivencias y comportamientos que guardan toda su insensatez en lugar de llegarnos como una evocación". Esa técnica, que se adapta como un guante a la prosa poética de di Benedetto, consigue aquí un efecto hipnótico.


Lenta pero seguramente, "Zama" te atrapa y sientes la radical contemporaneidad de su problemática, esa interminable y paralizante espera teñida de esperanza que parece ser una cualidad de la condición del hombre. También en la contraportada, Juan José Saer compara a Zama con novelas existencialistas contemporáneas, como "El extranjero", publicada un año después que ésta. Algo hay de eso, sí, pero el misterio de di Benedetto permanece mucho más profundo.

Para que os hagais una idea, he aquí unas citas del libro:

"Faltaba luz, por las nubes cerradas, que no cuidaban el cielo, sino el suelo, de tan descendidas. Las palmeras acongojaban sus verdes. El azul toleraba, sin batalla, la corrosiva infiltración del gris. Grávida de humedad, posesiva, la atmósfera había suspendido la vida. Surto en las aguas iguales, sostenía el barco una quietud sin memoria."

"Soñé que una mano fresca de mujer me acariciaba la frente; ese frescor se transmitía a todo mi cuerpo, hasta entonces, tal vez, con calenturas, y en adelante era el frío el dueño de mi carne, por lo que alguien me echaba encima un poncho delgado de lana"

"Me pregunté, no por qué vivía, sino por qué había vivido. Supuse que por la espera y quise saber si aún esperaba algo. Me pareció que sí. Siempre se espera más."

29.1.10

"Las lágrimas amargas de Petra Von Kant" de R. W. Fassbinder


La verdad, no sé qué hacer con Fassbinder.

Me refiero a su herencia creativa, por supuesto. Lo que hemos heredado de los grandes directores europeos modernos, como Godard, Antonioni o Bergman, está realtivamente claro. Esto es incluso cierto para algunos de los miembros de la generación de Fassbinder, como Wenders o Schlöndorff , pero el caso de este personaje excesivo es distinto. Fassbinder murió a los 37 años a causa de una mezcla imprudente de drogas, dejando tras de sí una filmografía de 40 películas realizadas en tan solo 15 años, un reguero de amantes de ambos sexos y de todos los colores e incluso un suicidio pasional.


En su momento, es decir en los años setenta, Fassbinder fue un verdadero fenómeno en los círculos intelectuales del mundo occidental, siempre en el centro de la polémica, aireando su impulsiva vida privada y tratando en la pantalla los temas más difíciles para el conservadurismo de la época. Y sin embargo, hoy Fassbinder ha caído en un semi-olvido, una especie de purgatorio del que parece difícil que salga pronto. 

No conozco bien su filmografía, pero la película suya que más me ha gustado es "El matrimonio de Maria Braun" (1979), una obra histórica sobria y certera, que muestra simbólicamente el coste humano de la posguerra alemana, la basura moral que se esconde tras el milagro alemán. "Las lágrimas amargas de Petra Von Kant" (1972) es su reverso: una película excesiva, histriónica, antinaturalista y sacada de contexto histórico. Una especie de cuento moral en un huis-clos femenino asfixiante.


La película transcurre en varias secuencias en el dormitorio de la protagonista, diseñadora de moda de éxito, divorciada, calculadora y lesbiana. Acompañada siempre por una inquietante asistente, recibe la visita de una amiga burguesa y conformista, se enamora perdidamente de una chica de clase baja que quiere ser modelo, es explotada por ella y acaba montando un numerito patético de amante despechada delante de su amiga, su hija y su madre el día de su cumpleaños.

Fassbinder se obsesiona por las posibilidades estilíticas que le ofrece el espacio en que ha decidido crear la acción: planos de espejos, zooms, simetrías... tanto que las actrices, obligadas a respetar las marcas, apenas tienen movilidad y se ven forzadas a desplazarse con la mayor falta de naturalidad. Bien es cierto que esta antinaturalidad le viene a Fassbinder de sus años de formación en el teatro y de su filiación brechtiana, pero el resultado aquí es catastrófico: para seguir la trama, el espectador necesitaría sentir algo de compasión por Petra Von Kant y toda esta antinaturalidad nos lleva a verla como un bicho raro.

El vestuario de la película casi merecería ser objeto de una tesis. Es tan estrafalario, tan desfasado y tan incómodo que resulta realmente incomprensible. Por ejemplo, este modelo estilo Cleopatra con collar de perrito dorado no tiene desperdicio. en segundo plano, pueden observar cómo la propia Petra se ha endosado un vestido que no le permite separar los pies más de cinco centímetros, haciéndola caminar con un estilo que provocaba carcajadas entre el muy serio público de la Cinematek de Bruselas. Sin olvidar el modelito de colegiala kitsch de la hija de Petra, que podeis ver en el video. 

Esa hilaridad que provoca lo artificioso del conjunto se extiende hasta sus pastos dramáticos, de modo que la explosión de rabia final es acogida en el público actual con una carcajada de risas. De verdad, por un momento tenía la impresión de estar viendo un sketch de Martes y Trece basado en una escena de Almodóvar.


En todo caso, la película tuvo el mérito de tratar temas polémicos con gran precocidad. También cuenta con unos cuantos momentos potentes, como cuando Petra explica a su amiga su progresivo distanciamiento de su marido y cómo acabó sintiendo asco por los hombres, mientras su amiga, la burguesa, acepta que la felicidad femenina se consigue sólo pagando el precio de la sumisión. El hilo narrativo de la película, de hecho, es cómo Petra acaba reproduciendo, en su relación con su amante, el comportamiento masculino que tanto desprecia, una visión de la homosexualidad femenina que le ha canjeado a Fassbinder no pocas críticas desde el feminismo.

Sin embargo, como he dicho, uno no sabe muy bien c ómo percibir la herencia que nos ha dejado este alemán indomable. Sólo un nombre me viene a la mente, y no un nombre menor: Almodóvar. La filiación entre Douglas Sirk, Fassbinder y el manchego está más que clara. Por fortuna, Almodóvar tiene más sentido del humor.





27.1.10

"Daddy Nostalgie" de Bertrand Tavernier.

Bertrand Tavernier es uno de los directores franceses contemporáneos más conocidos y apreciados en España. Películas como "La vida y nada más" o "L627" fueron éxitos de crítica y público, aunque lleva ya unos años sin dar en la diana. El otro día tuve el placer de recuperar una pequeña joya algo olvidada en su filmografía, "Daddy Nostalgie", de 1990.


Es la historia de una mujer en la cuarentena que intenta establecer una relación especial con su padre, al que queda claramente poco tiempo de vida por una enfermedad cardíaca. Él vive completamente absorbido por los recuerdos de un tiempo (los años cincuenta, más o menos) que le dio los mejores años de su vida, una época de viajes a América y al lejano Oriente, de fiesta permanente y mujeres guapas, de diversión despreocupada. Su hija no hace gran cosa para luchar contra esa nostalgia e incluso le confiesa que ésa es la época que le hubiera gustado vivir, pero le duele recordar que, en esa gran época de diversión, él era también un padre inexistente y distante.

Esa tensión dramática entre el recuerdo nostálgico del padre y el recuerdo doloroso de la hija, con el añadido de la cercanía de la muerte, es la base del guión, dando pie a toda una serie de escenas memorables interpretadas por Jane Birkin (cuyo padre en la realidad estaba enfermo) y Dirk Bogarde (en su último papel, poco antes de morir), como si habitaran los personajes. La madre aporta un contrapunto cómico y algo patético, que permite al conjunto encontrar un equilibrio envidiable: las escenas de griterío familiar entre la hija y la madre son realmente divertidas y permitir descargar la tensión de la muerte cercana. El guión es de la ex-mujer de Tavernier y relata la historia de su relación con su propio padre en los últimos meses de la vida de éste. De hecho, suena a verdad desnuda, a trozo de vida atrapado en vivo.


Como siempre, Tavernier opta por una realización elegante, alejando la cámara y permitiendo a los actores que se muevan y respiren, introduciendo regularmente movimientos de cámara muy conseguidos, que atrapan el espíritu de las horas que transcurren en esa casa del Sur de Francia con vistas al mar. Tavernier tiene un ojo infalible: da la impresión de que casi siempre encuentra la imagen adecuada para cada momento, para transmitir la historia de la manera más justa posible. También él aporta sus pequeñas verdades al guión, con personajes secundarios y frases sueltas, atrapadas en un bar cualquiera.


"Daddy Nostalgie" nos sumerge en la inquietud de observar cómo todo un mundo se escapa, pero lo hace con la dulzura de la nostalgia y sobre todo con la fascinación por la belleza, encontrando el tono justo, entre melancólico y redentor. 

25.1.10

"24 City" de Jia Zhang Ke.

La relación entre el cine documental y el de ficción ha dado mucho que hablar a lo largo del tiempo, pero pocos autores han sabido encontrar soluciones realmente originales. A mí, personalmente, me ha sorprendido que el realizador chino Jia Zhang Ke se sume a esta lista ilustre de innovadores con su última película, "24 City".


Cineasta potente, considerado por algunos ciritcos influyentes como uno de los mejores cineastas en activo, Jia no me acababa de hechizar. Su estética de largos planos-secuencia me resulta hipnótica y él la realiza con sabiduria y un ojo infalible: es, sin duda, el director que mejor ha captado las posibilidades estéticas de un país en pleno cambio permanente, en el que basta plantar la cámara en plena calle con los ojos cerrados para captar toda la belleza de un mundo en movimiento. Sin embargo, en cuanto al contenido, Jia siempre me ha parecido un poco corto de mensaje, algo simplón en el fondo. Sus técnicas narrativas tienden a ser repetitivas y previsibles, de modo que sus planos destilan verdad, pero la historia que cuentan no resulta convincente. Por eso, disfruté mucho viendo la que muchos consideran su obra maestra, "Platform", pero no tuve la sensación de llevarme ninguna idea precisa de ella, 
más allá del placer estético.

Pero los años no pasan en valde para la gente con talento: Jia ha madurado y su mensaje se va enriqueciendo a base de matices y de profundidad. Para "24 City", creo haber entendido que el objetivo inicial era hacer un documental que guardase la memoria de un complejo industrial que estaba siendo destruído en la ciudad de Chengdu, en Sichuán, para dejar su lugar a un complejo residencial de lujo, llamado "24 City". Se trataba de una de esas inmensas unidades de producción comunistas, donde la gente no sólo trabajaba, sino que residía, compraba la comida, iba al colegio y practicamente podía hacer toda su vida sin salir de allí. Los hijos, por supuesto, estaban más o menos destinados a trabajar a su vez allí.

La película alterna magníficos planos de la destrucción progresiva del lugar y la construcción de los nuevos edificios, con entrevistas de plano fijo (pero planos bien pensados, bellos, con el entrevistado bien contextualizado), sin olvidar algunas escenas de la vida cotidiana de la gente.
El resultado es el cambio social y económico de un país atrapado en carne viva, con los puntos de vista de tres generaciones disntintas y un énfasis particular en su relación con el trabajo manual y repetitivo de una fábrica, ese tipo de trabajo que las últimas generaciones rechazan de plano.


La innovación consiste en la mezcla de entrevistas reales con otras interpretadas por actores profesionales y reconocibles. La impresión es que Jia había acumulado horas y horas de entrevistas, pero en muchos casos se debía de sentir frustrado por la fragmentación del mensaje, que no le permitía crear la intensidad emocional que sin duda buscaba. Ni corto ni perezoso, decidió retomar las transcripciones de algunas entrevistas para reescribirlas en forma de guión y entregárselas a actores. Lo más osado es sin duda la elección de Joan Chen, quizás la primera actriz china que se hizo famosa a nivel internacional, para interpretar a una obrera retirada a la que llamaban en la fábrica "pequeña flor", por su gran parecido con un personaje del mismo nombre de una película de aquella época que interpretaba... Joan Chen.

Película de altos vuelos, intensa, interesante, llena de fuerza visual y narrativa. Ver "24 City" es tomarle el pulso a la China actual.