30.9.08

Obama McCain /1

Así pues ahí estaban, el uno frente al otro (en realidad, ambos miraban hacia el moderador de modo que las líneas de sus miradas hacia este último formaban un ángulo de cuarenta y cinco grados y para que sus miradas se cruzaran debían girar el cuello, cosa que evitaban fehacientemente, quizás por el efecto que los pliegues que se forman en el cuello pudieran dar en televisión), a la derecha un señor negro y guapo, juvenil, con buena percha; a la izquierda un hombre mayor (perdón, un viejo), blanco y arrugado con los hombros redondeados y la cabeza hundida.

Hablaban de Irán, de Cuba, de Venezuela, de Corea del Norte, incluso de España, pero poco importa. Digamos simplemente que hablaban del mundo exterior. Para los americanos, todo lo que está fuera es el mundo exterior. Hay matices, claro: París/Torre Eiffel; Vietnam/Selva; Irak/Desierto; Cuba/puros. Pero, en el fondo, el mundo entero es simplemente un campo de batalla en potencia, su geografía importa para saber si una guerrilla se desenvolvería bien en ella, su cultura para saber si se van a matar entre ellos o si se van a aliar para matarles. El mundo exterior es el mundo exterior. Raro.

Nada más empezar, el viejo blanco lo deja claro: "Ahmenijaded" - "Ahminejadid" - "Ahmade..." - "Ahmadinejad" (gracias a Dios), mientras parece empujarse a sí mismo fisicamente, como si la palabra se hubiera quedado realmente atascada en el esófago. Yeah, John, el mundo exterior es raro. Más tarde, vuelve a la carga, hablando de la "Pe", la "Pe" (no, no la actriz cubana), la "Perestroika" ("Glasnost" le sale de corrido y eso que parece más difícil, en realidad). Hable de lo que hable, el viejo blanco intenta demostrar que tiene más experiencia que el joven negro. De paso deja claro que es más viejo, que se le atrancan los nombres extranjeros. Es lo que tienen la experiencia y la vejez, son cosas indisociables.

En cambio al joven negro (que, dicho sea de paso, tiene un nombre de los más raro, aunque fácil de pronunciar) los nombres impronunciables parecen salirle con la facilidad de un hombre de mundo, acostumbrado a lo trabalenguas. No necesita darse empujoncitos para que las palabras salgan, de modo que dispone plenamente de su cuerpo como instrumento de su retórica.

Y sin embargo, las palabras no le salen con facilidad. Es un pico de oro, el mundo entero lo sabe. Dale una multitud y te la fundirá armado de palabras. Pero no aquí, aquí hay que responder al viejo blanco, a sus acusaciones, a su sentido irrecusable de la especificidad y se le puede sentir luchando con las palabras, intentando encapsular en un par de frases directas pensamientos complejos, largos razonamientos. Dios mío -siento que piensa cada vez que se atranca-, qué difícil es simplificar las ideas complejas...

Frente a él el viejo blanco hace sus gestos, habla de dos personas alrededor de una mesa, de conceptos morales simples, de atajos conceptuales que casi te sonrojan, interpreta supuestas conversaciones ridículas. Todo es material y todo entra en un modelo de pensamiento fijo. Ahí fuera, en el mundo exterior, hay buenos y malos. Hay que ser buenos con los buenos y malos con los malos. Por mucho que el joven negro quiera hablar de conceptos, rechazar ideas, proponer otras, el viejo blanco le va a poner una mesa delante, forzarle a considerar su materialidad. La insoportable materialidad de una mesa, del sonido absurdo de las palabras que quiere poner en su boca. "It's not just naíve, it's dangerous", concluye el viejo blanco. Joven, inexperimentado, inocente. Te la van a meter doblada, jovencito. Estás en el patio de los grandes, éste no es tu sitio.

Y el joven negro sonríe (una sonrisa falsa, por supuesto). Vuelve a las ideas; intenta demostrar que tras las palabras del viejo blanco subyace un modo de pensamiento, una visión del mundo simplemente falsa. Ah, la liviandad de las ideas... Y la cabeza encajonada del viejo blanco vuelve al ataque, los puños firmes, "let's make it clear" y vuelta a empezar: lo material, un tipo a este lado de la mesa, otro tipo al otro lado, se hablan: "Quiero borrar a Israel del mapa"; "No, no va a usted a hacer a hacer eso" (risas).



24.9.08

Thomas Demand.

¿Qué es esto?

Una fotografía, claro. Una fotografía que muestra una sala de fotocopiadoras, también. Una sala de lo más anodina, con sus techos falsos con cuadrados de corcho blanco, sus lámparas colgantes que dan una luz mortecina, su moqueta fea y envejecida, esas máquinas masivas. Da la impresión de haber estado en esa sala, ¿verdad? Será porque no es una sala de verdad. Es la representación de una sala de fotocopiadoras.

Thomas Demand no fotografía el mundo real, sino que elige una imagen que le gusta, la reproduce en una maqueta que elabora minuciosamente a base de cartón y pegamento, la ilumina, la fotografía y la destruye. Nos encontramos pues ante reproducciones de reproducciones (ya inexistentes) de una cierta realidad. Es evidente que Demand no busca la perfección ni la verosimilitud: los "errores" son facilmente visibles con un poco de atención y creo que ayudan a crear la conscienca de que estamos viendo una maqueta, un amasijo de trozos de cartón. Sin esa consciencia, creo que sus fotos no tienen sentido.


Las obras de Demand provocan verdadera turbación, una sensación incómoda de encontrarnos en un mundo que imita al mundo, un espacio anónimo, sin vida. No hay personas, no hay nombres, los paquetes de cigarrillos no tienen marca y cada objeto es tan aséptico y carente de personalidad que casi nos parece estar frente a la representación de la idea del objeto en un sentido platónico, y no ante un objeto, del mismo modo que, a veces, en nuestros sueños la gente no tiene rostro.

Algunas de sus obras insisten en ese mundo anónimo: una sala de fotocopiadoras, un archivo de oficina con una escalera... uno tiene la desagradable impresión de haber estado ahí dentro, haciendo fotocopias (porque vivimos en un mundo industrial y todas las salas de fotocopiadoras se parecen) y por lo tanto de estar atrapado en un mundo de cartón, la reproducción sin personalidad de un mundo real, cualquiera que éste sea.


En otras obras, Demand parece jugar con la identificación entre el recuerdo y la maqueta. Para esta foto de una escalera, el artista afirma haberse basado en los recuerdos que guarda de la escalera del colegio de su niñez: no fue a verla para reproducirla con fidelidad, sino que se contentó con lo que había quedado en su memoria. De este modo, la ausencia de detalles cobra un nuevo sentido, puesto que la memoria es selectiva: estamos ante la reproducción de un recuerdo, el artista nos invita a un paseo por su memoria, por de su mente. Una vez hecha la fotografía y destruida la maqueta, Demand fue a visitar el colegio y vio que, por supuesto, la escalera no era ni mucho menos como la recordaba.

Pero quizás el uso de su técnica que más me interesa es el que le lleva a reflexionar sobre el sentido de los espacios. En una de sus series, Demand reproduce la Embajada de Níger en Roma, un apartamento en todo punto anodino. Según nos explica, allí tuvo lugar un robo el 2 de enero de 2001. Entre otras cosas, desaparecieron varios tampones oficiales de la embajada. En el dossier que un tiempo después Estados Unidos elaboró para justificar la Guerra de Irak, se encontraba un documento con el tampón de la embajada, que "demostraba" que Saddam Hussein había comprado material nuclear a Níger. Aparentemente, una parte de los servicios de inteligencia americanos, a sabiendas de que el documento era falso, se negó a aceptarlo como prueba. En todo caso, Demand nos presenta las fotografías de su reproducción de aquel lugar, un lugar sin personalidad, en el que tuvo lugar un hecho de importancia capital. La pregunta que surge es: ¿dejan los hechos una impronta en los lugares? ¿se puede leer la historia en ellos?



A todo el mundo le gusta pasear por las ciudades y leer las marcas que deja la historia: la antigua murralla llegaba hasta aquí, este casco antiguo se reconstruyó idéntico después de la segunda guerra mundial, aquí vivía Lope de Vega, aquí se produjo una matanza el día tal. Y miramos el lugar en busca de signos, de las huellas que los hechos hayan podido dejar, de la Historia en el presente. Del mismo modo, cuando ocurre un hecho lamentable, como una violación o un asesinato, los periódicos muestran fotos de los lugares donde han tenido lugar. Son lugares normales, sin caracteríticas particulares, pero nosotros miramos la foto, en busca de un sentido, de un rastro, de una conexión entre el hecho y el lugar.

Muchas de las series de Demand parten de fotografías de periódicos, como esa serie que reproduce un bar de Alemania en el que un niño fue torturado y asesinado gratuitamente. La larga investigación que siguió fue destapando una trama compleja alrededor del lugar. Y sin embargo, he aquí una de las fotos de las maquetas que Demand ha hecho a partir de las fotos de los periódicos. Sólo es la cocina de un bar, corriente y moliente. ¿No es desolador?


En otra serie, Demand reproduce las salas donde se contaron los famosos votos de Florida de las elecciones presidenciales del 2000, ese puñado de trozos de cartón agujereados que dieron la victoria a Georges Bush en lugar de a Al Gore. No se puede imaginar un tema más apropiado para su técnica. En las fotos, aparecen las salas con los teléfonos y los post-it sin texto, así como los cartones de los votos. Sin nombres.

16.9.08

David Foster Wallace, RIP.

Ayer supe de la muerte de David Foster Wallace. Se ahorcó en su casa de California el día 12 de Septiembre. Tenía 46 años. La muerte de alguien tan joven y brillante como él siempre te deja el cuerpo helado, con una sensación de incomprensión total.


Además se da la circunstancia de que en los últimos días le había estado dando vueltas a un post sobre Foster Wallace y había leído algún que otro artículo suyo. Quería decir, ante todo, que admiraba la honestidad intelectual que le empujaba a exponer sus dudas ante la mirada de todos. Quería decir, también, que las soluciones que encontraba a esas dudas no me convecían.

No he leido mucho a Wallace, por lo que no puedo hablar con autoridad. He leido "Brief interviews with hideous men" ("Entrevistas breves con hombres repulsivos"), una colección de relatos, así como varios de sus artículos, que están reunidos y publicados en España en el tomo "Hablemos de langostas" ("Consider the lobster"). Vaya por delante que me encantan sus ensayos, en particular "Consider the lobster", que describe y analiza el festival de la langosta, que tiene lugar una vez al año en una localidad de la costa este americana y su artículo sobre Roger Federer para el New York Times. Su estilo obsesivo, detallista, amante de lo conceptual, es un arma magnífica cuando se trata de sacarle punta a un tema concreto, como el estilo de juego de Federer o los métodos de cocción de la langosta. Plagados de notas a pie de página, sus textos se ramifican en pliegues y matices, en contradicciones y confesiones y consigue que el lector se apasione por los detalles más nimias, pues sabe mostrarte las implicaciones que tienen para todos. Su prosa es como una exposición permanente de la duda, como el recuerdo constante de que las cosas son así pero pueden que en realidad sean de otro modo; y eso, en un texto de análisis, es una grandísima cualidad.


Para mí, la ficción es otra historia. Como él mismo decía, la ficción tiene que emocionarte, tiene que cogerte y arrastrarte, no puede ser algo frío y distante. Esa voluntad de emocionar le aleja de otros autores de su generación, que tienden a usar la ironía para poner distancia entre el lector y la historia. Pero Wallace quería encontrar el modo de elaborar una ficción que emocionase al lector sin recurrir a los métodos clásicos de narración. Quería hacerlo, pero de otro modo. No puedo sino alabar esa intención de cambiar las cosas, pero también hay que ver si los resultados son satisfactorios. En uno de los "hideous men", Wallace realiza una narración de corte clásico sobre la descomposición de una pareja: con un estilo muy sobrio y detallista, va analizando los pequeños acontecimientos que hacen que la pareja se vaya degradando y va planteando los típicos interrogantes narrativos, en particular si ella va a ser infiel o no. Como digo, el relato está muy bien escrito, pero llegando al final, coitus interruptus: Wallace decide cortarlo en seco y acaba con una anotaciones sueltas en estilo elíptico, que parecen una guía de escritura de los capítulos finales. Hacer distinto por hacer distinto.

Sin duda la clave para entender "Hideous men" se encuentra en un artículo que Wallace escribió en 1997 para el New York Observer. Se trata de una crítica feroz a uno de los últimos libros de John Updike, al que considera junto con Norman Mailer y Philip Roth, el gran nombre de los Great Male Narcissits, esos escritores que sólo saben hablar de sí mismos, preferiblemente de su pene, de su entorno más inmediato y de cómo éste influye en su... pene, de lo terrible que es no poder follar tras una operación de próstata. Sus personajes no son más que pequeñas variaciones sobre ellos mismos y parecen no vivir en un contexto social e histórico, formar parte de ningún tipo de colectivo, son sólo ellos mismos y sus problemas y su pene y sus problemas con su pene y con los agujeros donde quieren meterlo. El artículo es muy divertido y no puedo sino simpatizar con sus críticas, a pesar del componente moralista que contienen. Simpatizo sobre todo porque, al mismo tiempo, Wallace se confiesa admirador de Updike, en particular de su prosa, afirma haberlo defendido contra críticas sin sentido y declara haber leido 25 libros suyos, ni más ni menos.


En ese artículo, Wallace no está criticando a un escritor que sienta extraño a su propia idea de la literatura. Está intentando matar al padre: se sabe heredero de los que él llama Great Male Narcissits, pero sabe también que tiene que ir un paso más allá que ellos, que tiene que superar sus defectos, que no puede dejarse arrastrar por el narcisismo ni por la autocomplaciencia. Pero no sabe cómo hacerlo. Esa lucha interna me resulta emocionante porque la siento cercana. "Hideous men" es una tentativa contante de demostrar que se pueden tratar los temas recurrentes de la literatura de los Great Male Narcissits de otro modo radicalmente distinto. Pero en esos relatos, el autor es demasiado autoconsciente: no habla del yo ni de su pene, pero sí, constantemente, del autor en un sentido conceptual. Y el estilo excesivo de Wallace, con esa estructura que ramifica las ideas hasta el infinito, acaba cansando y alejándote de la ficción, de la historia. Así que acabo pensando ¿Dónde está la emoción, David?

Echaré de menos a David Foster Wallace, su honestidad, su permanente estado de duda y de búsqueda.

(El autor de la cariñosa tira cómica es Matthew García)

15.9.08

Rong Rong e inri.

Hace unos días, fuimos a ver la última exposición de los fotógrafos preferidos de Misara, Rong Rong e inri, en el centro que ellos mismos gestionan en el barrio de Caochandi, Three Shadows.


Ni Misara ni yo mismo compartimos la euforia que parece reinar alrededor del arte chino en muchos círculos de especialistas de arte contemporáneo. En su inmensa mayoría, las obras que se venden a precios desorbitados en Christie's tienen un interés mediocre y no hacen sino surfear sobre una ola especulativa completamente artificial. Particularmente aburridas y criticables me parecen todas esas obras que explotan la estética del socialismo realista del régimen comunista y concretamente la fase de la Revolución Cultural, respondiendo sumisamente a lo que el ojo occidental espera del arte postmoderno chino.

Las excepciones, los artistas que siguen su propio camino y perseveran en la búsqueda de imágenes personales, las hemos encontrado sobre todo en la fotografía. Un ejemplo es la espléndida serie "Third Front" de Chen Jiagang, de la que quizás hable en otra ocasión. Rong Rong e inri son otro caso, posiblemente el que más nos ha impactado.


Rong Rong forma parte de la generación de artistas que emergió en los años ochenta, a partir de la relativa apertura que empezó a finales de los setenta y cuyos límites políticos quedaron manifiestos con la represión de 1989. Conoció a inri, una artista japonesa, en el año 2000 en un viaje a Japón y, según la leyenda, se enamoraron a primera vista. En un viaje por Japón, hicieron una de las series de fotografías más bellas que he visto nunca: la del Monte Fuji (Fujisan) en invierno, que ilustra este artículo. La serie juega con la famosa dificultad de ver el monte, que casi siempre queda oculto por la bruma.

Luego ambos se trasladaron a China, donde sin duda disfrutaban de muchas más oportunidades, con un mercado del arte emergente y una escena artística vibrante. Enamorados de la película y del revelado, no usan fotografía digital y sin duda eso contribuye a crear esa atmósfera romántica y algo opresiva que caraceriza su obra. En su última exposición, invitan a seguir su recorrido vital como pareja en los últimos años, claramente dividida en tres fases. La primera es la demolición de su casa en un barrio tradicional de Pekín. La segunda es una serie que metafóricamente une esa demolición a la concepción de sus hijos, a la nueva vida. La tercera es la construcción del centro Three Shadows, donde tiene lugar la exposición, que observan ya con sus hijos. Esa obsesión por seguir adelante, por no quedarse anclados en la nostalgia del pasado perdido, es muy significativa del espíritu de su obra, pero también de la China contemporánea en general.


Cuando descubrió el Three Shadows, poco después de que abriera, Misara se topó con el mismísimo Rong Rong, que le estuvo enseñando el centro y estuvo muy atento y amable. Casi no parecía que pudiera ser el mismo que aparecía en las fotografías trash de sus performances de los años ochenta y noventa. Ella le dijo que le había entrado curiosidad al leer el artículo en el International Herald Tribune y él ni siquiera sabía que había aparecido en una de las publicaciones más influyentes del mundo, así que ella se lo envió.

Afortunadamente, Rong Rong e inri ya no son unos deconocidos en España: en el marco de Photoespaña 08, hubo una exposición en la Casa Asia de MAdrid. En El País, Isabel Lafont hizo una reseña entusiasta, acompañada de una fotogalería muy buena.

12.9.08

Leyendo (en vano) a Chuck Palahniuk.

Otra lectura a la que me he lanzado este verano ha sido Chuck Palahniuk. Un cierto número de gente cuyos gustos me interesan son grandes defensores de Palahniuk y algún que otro autor americano más, los que algunos llaman posmodernos, como Chabon o Foster Wallace, por no mencionar a la generación anterior, en particular De Lillo. Siguiendo su consejo, compré "Survivor" (Superviviente) de Palahniuk.


Para quienes no reconozcan ese nombre, Chuck Palahniuk es conocido sobre todo por "Fight Club", un libro de gran éxito que fue adaptado a la pantalla con igual éxito por David Fincher con Brad Pitt de protagonista. Ha sido acusado de muchas cosas por la clase bienpensante americana, en particular de machismo.

Y es que Palahniuk es básicamente un provocador: su principal intención es la de revolverte las tripas, darte bastante asco y hacerte pensar que vivimos en una sociedad terrible. Tiene un estilo sucio y agresivo, fácil de leer, incluso algo adictivo pero siempre crispante, pasa con frecuencia de una cosa a la otra sin solución de continuidad y repite una serie de frases como si fueran mantras. De cuando en cuando, se vuelve filosófico (o quizás sea sólo el personaje) y llega a unas conclusiones pseudo-cósmicas bastante huecas, cuya conexión con la historia suele ser dudosa.


"Survivor" es en realidad una serie de temas sobre los que Palahniuk quiere dejar claro su repulsión visceral. Probablemente en algún cajón de su casa se encuentre un papel con el siguiente texto, el verdadero esqueleto del libro:

"Cosas con las que me quiero meter en mi próximo libro:

1. Las sectas religiosas que se suicidan colectivamente
2. Los teléfonos de asistencia psicológica
3. La psicología barata (pensándolo bien, la psicología en general)
4. La fama y la obsesión por la imagen
5. Los telepredicadores
6. El circo de la final de la Superbowl y la fiebre colectiva
7. Las casas prefabricadas"

(Por cierto, no se puede decir que elija unos temas demasiados controvertidos o arriesgados. Palahniuk es un polemista, pero eso no quita que esté firmemente enraizado en un pensamiento liberal eltisita bastante convenido: las víctimas de sus invectivas se encuentran generalmente del lado conservador. No trata, pongamos, el tema del racismo de la comunidad negra estadounidense)

Y eso es todo, básicamente. Sí, bueno, hay personajes que no son realmente personajes, son más bien nombres acompañados de una descripción bastante básica que sirven a Palahniuk de receptores pasivos de las situaciones que crea para vehicular sus críticas. El caso de Felicity (la chica, por así decirlo) es muy ilustrativo: en ningún momento queda definida en una personalidad determinada, simplemente acompaña constantemente al protagonista para provocar situaciones. Así, el libro queda descosido, avanza un poco a trompicones, cambiando de sopetón cuando Palahniuk considera que ha acabado con un tema y quiere atacar el siguiente. Sin embargo, Palahniuk no explica mecanismos, no intenta entender por qué las cosas son de un cierto modo o por qué la gente actúa como actúa, sino que se limita a ilustrar la farsa que él cree que es la vida moderna.

Pero no se equivoquen, no es ni mucho menos un libro visceral, hecho con rabia. Hay algo en extremo sistemático en el modo en que ilustra los temas que quiere criticar. Creo que el crítico Tom Shone dio en la clave en una crítica para el New York Times: "The curious weakness of Palahniuk's neo-brutalist aesthetics is how hermetically sealed it must remain from anything that might challenge it. Palahniuk's work feels raw but insular, angry but self-coddling" (La curiosa debilidad de la estética neo-brutalista de Palahniuk es lo hermeticamente cerrada que tiene que mantenerse de todo aquello que pueda desafiarla. La obra de Palahniuk es cruda pero también estrecha de miras, cabreada pero también autocomplaciente). "Survivor" parece sólido pero es un artefacto autoreferencial que no se arriesga a tratar con la realidad, con lo sentimientos, con las complejidades de los mecanismos que guían a la sociedad moderna.

Pero supongo que, a fin de cuentas, él consigue su objetivo: cabrearte, darte asco, crisparte.

Pos malegro.

11.9.08

Sarah Palin, conservadora, madre trabajadora.

Ha pasado ya una semana desde que John McCain presentara a su candidata a la vicepresidencia, Sarah Palin, gobernadora de Alaska. A pesar de una serie de revelaciones tempranas que parecían indicar que se trataba de una elección muy equivocada, lo cierto es que parecen formar un muy buen equipo y esta madre de cinco hijos ha electrizado su candidatura.


La elección del "running mate" sigue un principio muy sencillo: debe completar al candidato y en particular cubrir sus defectos. McCain tiene dos grandes defectos. Para empezar, es demasiado viejo, de eso no cabe duda: tiene 72 años y alguien ha creado una página web que se dedica a recopilar cosas y personas que son más jóvenes que él, entre los cuales se encuentra Dick Cheney... Su segundo gran defecto es que no es lo suficientemente conservador en temas sociales. Mal acostumbrados después de ocho años con Bush, los movimientos conservadores que constituyen una parte importante de la base electoral del Partido Republicano, muestran un gran escepticismo hacia McCain, un candidato que se ha mostrado a favor del matrimonio homosexual, que no es particularmente firme en su condena del aborto, que se ha divorciado varias veces... En fin, un desastre.

Por lo tanto, Palin. Sarah Palin es joven (tiene 44 años), es muy firme en sus convicciones conservadores y además es mujer. El hecho de que provenga de Alaska es un plus en un momento en que McCain intenta un delicado juego de equilibrismo: robar a Obama el mensaje anti-establishment del "cambio" a pesar de ser el candidato del partido que gobierna desde hace ocho años y de haber recibido el apoyo explícito del presidente a su candidatura. Su status de perenne "maverick" del partido lo hace relativamente creíble, pero la elección de Palin como compañera de ruta refuerza sus argumentos. Viniendo de tan lejos, Palin da una impresión incluso geográfica de querer ir a Washington para cambiar las cosas.

Creo que esta viñeta de Tom Toles para el Washington Post (Jueves 5 Sept.) refleja muy bien la incredulidad de los liberales ante esa estrategia: McCain dice "Cuidado Sr. Bush. A excepción de la política económica, la política energética, las cuestiones sociales, la política fiscal, la política internacional, las nominaciones a la Corte Suprema y las políticas al estilo de Karl Rove, vamos allí a darle la vuelta a las cosas." Y abajo, añade: "Y gracias por su apoyo a mi candidatura".



Pero creo que hay algo intrigante en el conservadurismo femenino de esta mujer. Palin está intentando casar su imagen de mujer política dura, fiel a sus principios y trabajadora hasta la extenuación con la de madre matrona de familia numerosa. En España, la experiencia de Carme Chacón, primero como candidata embarazada a las elecciones en Marzo y luego como parturienta y madre a la par que ministra de Defensa, nos ha parecido la continuación lógica de una tradición política que asimila la idea de madre trabajadora al movimiento progresista. En otras palabras, nos gusta pensar que los progresistas defendemos la integración de la mujer al mercado laboral y la compatibilidad de la carrera profesional con los deberes familiares, conceptos que necesariamente implican también una revisión del papel tradicional del hombre en el hogar, mientras los conservadores defienden una visión más tradicional de la mujer ama de casa: niños, cocina e iglesia, como dicen los alemanes.

Creo que el caso de Palin demuestra que ciertos aspectos del feminismo que sentimos como patrimonio de la izquierda están intengrándose en el "mainstream", pasando a formar parte de la cultura cívica democrática y que el conservadurismo se los puede apropiar de manera legítima, dándole además un toque propio.


Siendo Gobernadora de Alaska, Sarah Palin escondió su último embarazo hasta el octavo mes y, horas antes de parir en su propia ciudad, se encontraba dando un discurso en la otra punta del país, en Texas, a diez horas de viaje con un cambio de avión incluido. Según se dice, Palin fue a echar el discurso habiendo roto aguas horas antes. Tres días después de parir, volvió al trabajo, lo cual ya es tres veces más que tras su anterior parto. Para compensar, su marido cogió una baja de varias semanas, como ya ocurrió tras los cuatro partos anteriores. Lo más importante, desde el punto de vista de su imagen como candidata, es el hecho de que ella supiera que su hijo tendría síndrome de down y se negara a abortar. Cuando tiene a su hijo en brazos delante de una muchedumbre, ofrece en realidad la prueba palpable de sus convicciones antiabortistas.

Creo que la izquierda se tiene que acostumbrar a que la derecha acabe por robarle este tipo de ideas y entender que eso le obliga a generar constantemente nuevas ideas que definan su identidad.

Post-scriptum: Por cierto, me da la impresión de que cada vez hay más mujeres de izquierdas que, extenuadas por el esfuerzo de compaginar maternidad y carrera profesional, reniegan de la idea de la mujer trabajadora. No es que nadie me fuerce, dicen, es que quiero ser ama de casa. No las culpo.

10.9.08

Libros del Asteroide.



Me decía hace poco Pedro, de visita en China tras recorrer el transsiberiano, que Libros del Asteroide son Luis Solano y viceversa. Así que escribo estas lineas para felicitar al susodicho por esta aventura editorial.

Fundado en 2005, Libros del Asteroide aspira a introducir en el catálogo en español libros que nunca ha estado en él o que lo han estado y han caído en el olvido. La mayoría son traducciones de distintas lenguas, pero no ha dejado de lado los autores españoles.

Este verano he leído tres libros de esta editorial unipersonal.


El primero era "Historias de Pekín", de David Kidd. Se trata de un libro delicioso en el que Kidd relata sus cuatro de años de estancia en Pekín, antes y después de la Revolución que llevó al poder a Mao en 1949. Casado con una china de muy buena familia, relata lo que llegó a conocer de la sofisticada cultura y de las tradiciones que el régimen se empeñó en destruir a toda costa, llegando a extremos como prohibir que la gente jugara al Mahjong incluso en sus propias casas. Un libro sin pretensiones pero que llega en realidad muy lejos: es uno de los pocos que conozco que son capaces de explicar esa cultura perdida sin caer en clichés ni en fantasías orientalistas. Muy recomendable, sobre todo para alguien que haya visitado China alguna vez en su vida.


El segundo fue "Vinieron como golondrinas" de William Maxwell. Un autor americano de los años 40, desconocido en España. Una historia triste de infancia, con una prosa tranquila y atenta a los detalles más nimios, refinada, muy bien traducida. El punto de vista narrativo pasa del hermano pequeño al mayor para terminar en el del padre y todo, por supuesto, gira alrededor de la figura de la madre. Un libro bonito y sentido, que va metiendo bajo la piel la melancolía anticipada de una pérdida aun por consumar. Al final, uno se sorprende completamente absorbido por esa historia que parecía banal.


Para terminar, estoy aún leyendo "El vaso de plata" de Antoní Marí. Una prosa poética de pequeñas viñetas llenas de recuerdos de infancia. Por ahora, me parece un libro delicioso.

Para terminar, sé que también han publicado "Dos inglesas y el amor" de Hneri-Pierre Roché. No he leído ese libro, pero sí "Jules et Jim", que sirvió de base a Truffaut para su famosa película con Jeanne Moreau y puedo asegurar que la vitalidad de la prosa de ese viejo (porque tenía 74 años cuando publicó el libro) es contagiosa hasta el vértigo. Es una literatura llena de luminosidad, si la traducción es buena. Otro gran autor desconocido en España.

Añadir que la edición de los libros está muy cuidada, que apenas se encuentran faltas de otografía, una rareza hoy en día. Felicidades, pues, Luis Solano.

Termino con una recomendación de traducción: "Faire l'amour" y "Fuir" de Jean-Philippe Toussaint.

www.librosdelasteroide.com