15.9.08

Rong Rong e inri.

Hace unos días, fuimos a ver la última exposición de los fotógrafos preferidos de Misara, Rong Rong e inri, en el centro que ellos mismos gestionan en el barrio de Caochandi, Three Shadows.


Ni Misara ni yo mismo compartimos la euforia que parece reinar alrededor del arte chino en muchos círculos de especialistas de arte contemporáneo. En su inmensa mayoría, las obras que se venden a precios desorbitados en Christie's tienen un interés mediocre y no hacen sino surfear sobre una ola especulativa completamente artificial. Particularmente aburridas y criticables me parecen todas esas obras que explotan la estética del socialismo realista del régimen comunista y concretamente la fase de la Revolución Cultural, respondiendo sumisamente a lo que el ojo occidental espera del arte postmoderno chino.

Las excepciones, los artistas que siguen su propio camino y perseveran en la búsqueda de imágenes personales, las hemos encontrado sobre todo en la fotografía. Un ejemplo es la espléndida serie "Third Front" de Chen Jiagang, de la que quizás hable en otra ocasión. Rong Rong e inri son otro caso, posiblemente el que más nos ha impactado.


Rong Rong forma parte de la generación de artistas que emergió en los años ochenta, a partir de la relativa apertura que empezó a finales de los setenta y cuyos límites políticos quedaron manifiestos con la represión de 1989. Conoció a inri, una artista japonesa, en el año 2000 en un viaje a Japón y, según la leyenda, se enamoraron a primera vista. En un viaje por Japón, hicieron una de las series de fotografías más bellas que he visto nunca: la del Monte Fuji (Fujisan) en invierno, que ilustra este artículo. La serie juega con la famosa dificultad de ver el monte, que casi siempre queda oculto por la bruma.

Luego ambos se trasladaron a China, donde sin duda disfrutaban de muchas más oportunidades, con un mercado del arte emergente y una escena artística vibrante. Enamorados de la película y del revelado, no usan fotografía digital y sin duda eso contribuye a crear esa atmósfera romántica y algo opresiva que caraceriza su obra. En su última exposición, invitan a seguir su recorrido vital como pareja en los últimos años, claramente dividida en tres fases. La primera es la demolición de su casa en un barrio tradicional de Pekín. La segunda es una serie que metafóricamente une esa demolición a la concepción de sus hijos, a la nueva vida. La tercera es la construcción del centro Three Shadows, donde tiene lugar la exposición, que observan ya con sus hijos. Esa obsesión por seguir adelante, por no quedarse anclados en la nostalgia del pasado perdido, es muy significativa del espíritu de su obra, pero también de la China contemporánea en general.


Cuando descubrió el Three Shadows, poco después de que abriera, Misara se topó con el mismísimo Rong Rong, que le estuvo enseñando el centro y estuvo muy atento y amable. Casi no parecía que pudiera ser el mismo que aparecía en las fotografías trash de sus performances de los años ochenta y noventa. Ella le dijo que le había entrado curiosidad al leer el artículo en el International Herald Tribune y él ni siquiera sabía que había aparecido en una de las publicaciones más influyentes del mundo, así que ella se lo envió.

Afortunadamente, Rong Rong e inri ya no son unos deconocidos en España: en el marco de Photoespaña 08, hubo una exposición en la Casa Asia de MAdrid. En El País, Isabel Lafont hizo una reseña entusiasta, acompañada de una fotogalería muy buena.

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