Uno de los pocos momentos de la ya larguísima campaña de Barack Obama que son universalmente considerados como erróneos tuvo lugar en San Francisco en el mes de abril de este año. Allí, el entonces candidato a candidato a la Casa Blanca dijo que los votantes rurales americanos en estados como Pennsylvania, se "agarraban a las armas, a la religión o a la antipatía hacia personas que no son como ellos", como consecuencia de la amargura que crea la situación económica en que se encuentran. Hace poco, hablando con el periodista Matt Bai, Obama admitía que lamentaba esa frase más que ninguna otra que hubiera dicho a lo largo de la campaña. Para explicar lo que quería decir, Obama se lanza en un curioso razonamiento.
Todo el mundo sabe que San Francisco es un bastión liberal, cuna del movimiento de defensa de los derechos de gays y lesbianas, una ciudad que lo demócratas nunca pierden y una de las bases más izquierdistas del país. Pero no todo el país es así. Hablando ante tal público, Obama quería hacerles entender porqué los demócratas han perdido dos veces ante un candidato como George W. Bush. Los demócratas se han mostrado incapaces de entender a la clase trabajadora americana, en particular a los votantes rurales. En lugar de dar lecciones sobre lo que los demás deben pensar o creer, los demócratas deben empezar a dejar de tratar la religión como si fuera una peste, ser más comprensivos con el movimiento pro-vida y con el derecho a la auto-defensa. El candidato demócrata quería dar lecciones a su propia base, explicar porqué pensaba hacer lo que ahora hace: ir a las zonas rurales blancas del centro del país, explicar que él no es un liberal sofisticado y altivo como los dos candidatos anteriores y que está dispuesto a luchar por su voto, algo que ni Al Gore ni John Kerry hicieron. Obama está dispuesto a entender a los que defienden su derecho a tener armas: "Si desde que eras un niño, tu padre te ha llevado a cazar y eso forma parte de tu identidad y te da una sensación de continuidad y de estabilidad que no te puede dar tu vida económica, pues eso va a ser algo bastante importante" y luego añade "and rightfully so", expresión ambigua con la que Obama viene a decir que tienen razón al querer tener armas, pero adoptando el punto de vista subjetivo de esas personas, no en términos absolutos.
Parece complicado, pero es sencillo. Obama está simplemente diciéndole a su propia base que tiene que entender que necesita ganar las elecciones con un cierto margen y que para ello tiene que abandonar algunas de sus reivindicaciones más importantes, aquellas que están basadas en los valores específicamente liberales, a saber el derecho al aborto, la negación del derecho a las armas y la exclusión de la religión de la esfera pública. Al mismo tiempo, sin embargo, no quiere dar a entender que cree en esas ideas que tiene que defender para ganar votos, por lo que recurre a esta especie de subjetivismo absoluto.
Si lo observamos desde un punto de vista estratégico, tiene toda la razón. La guerra de culturas (o de valores) no es una invención de la izquierda, sino de la derecha. En lo años sesenta, durante los mandatos de Kennedy y Lindon Johnson, América vivió una época de extensión de derechos individuales y del Estado del bienestar. Como partido de la clase trabajadora, los Demócratas querían que todo el mundo tuviera derecho a una cobertura sanitaria y que el Estado hiciera lo posible por ayudar a los marginados y a los pobres, pero también que los excluidos -los negros, en particular- entraran en la igualdad de derechos con el resto de la sociedad y que se extendieran derechos como el divorcio o el aborto. Pretensiones perfectamente coherentes desde el punto de vista de un progresista, pero en ellas Nixon vio una contradicción que explotó con brío. Nixon entendió que, al intentar hacer avanzar la sociedad hacia posiciones novedosas, los demócratas estaban perdiendo apoyo entre su base más evidente, la clase trabajadora blanca, que es esencialmente WASP y conservadora. Fue entonces cuando el partido republicano inventó la guerra de culturas, intentando hacer entender que ellos eran el auténtico partido de la clse trabajadora, puesto que pensaban como ellos, mientras el Partido demócrata era un grupúsculo de liberales elitistas salidos de Harvard que quieren ir por ahí dando lecciones a todo el mundo, diciéndoles lo que tienen que pensar.
Así se ha establecido en Estados Unidos un mapa electoral extremadamente fijo, casi inamovible, en el que los demócratas se llevan unos pocos estados muy urbanos y poblados en las costas este y oeste mientras que los republicanos barren decenas de estados rurales y poco poblados en el centro. Así se ha creado un statu quo que nadie ha parecido querer comprometer hasta ahora, de modo que los candidatos rara vez hacían campaña en lo estados considerados intocables y todo se decidía siempre en un puñado de "swing states". La cosa ha reportado muchos más beneficios a los republicanos, que han ganado cinco de las últimas siete elecciones (Reagan 1980, 1984, Bush Sr. 1988, Bush Jr. 2000, 2004), mientras que los demócratas sólo han ganado dos (Clinton 1992, 1996), pero los demócratas parecían incapaces de resolver un dilema imposible: alcanzar el voto indeciso o conservador sin perder un ápice de movilización de su propia base. La estrategia de Bush (la estrategia de Karl Rove, en realidad) se basaba en una movilización extrema de su propia base lo que ha dado lugar a una de las presidencia más conservadoras de la historia.
Lo que Obama ha entendido mejor que nadie es que la gente está harta de esa guerra heredada de los años sesenta y que los Bush y los Clinton personificaban de manera tan clara, cada uno desde su bando. De ahí su promesa de cambio, su compromiso de ir más allá de las políticas partidistas y ser un presidente para todos. La máquina perfectamente engrasada de su campaña ha añadido un factor esencial para realizar su sueño: una cantidad de dinero que supera con creces todo lo que ha tenido a su disposición cualquier candidato anterior y que le permite abrir oficinas y hacer campaña en estados en los que los candidatos demócratas llevaban décadas sin adentrarse, sin por ello poner en peligro los estados tradicionalmente demócratas.
El problema es que, al contrario que Bill Clinton, Obama no puede fiarse de su carisma personal para atraer el voto de la clase trabajadora blanca. La batalla de las primarias con Hillary Clinton dejó clarísimo que Obama tenía un problema de imagen en ese electorado, que no entiende su estilo distante y frío, sus disquisiciones cerebrales. En una ocasión, cuando quiso demostrar que entendía el problema de la inflación citó la subida del precio de la rúcula, una hierba desconocida para la inmensa mayoría de los americanos más allá de los restaurantes italianos finos, y sus intentos de hablar como la plebe suelen acabar en desastre. Y, bueno, es negro, pero no pienso que sea el elemento central. Le falta esa afabilidad, esa desbordante humanidad de Bill Clinton, ese gusto por las hamburguesas y los deslices. Callando sobre las cuestiones de valores, concentrándose en la economía ("It's the economy, stupid") Clinton, que provenía de una familia pobre, podía llevarse con su sólo carisma una parte del electorado de clase trabajadora blanca que había fallado a los demócratas en otras ocasiones. Obama es carismático, vaya si lo es, pero no es el tipo de carisma que seduce a ese electorado.
Para ganar esos votos, Obama ha tenido que ir allí físicamente, estar presente, una y otra vez y ceder en algunos de los elementos clave, en particular el aborto y las armas. En un mitin en Septiembre en Lebanon, Virginia, lo repitió una y otra vez "Sólo quiero que esto quede absolutamente claro, vale? No quiero que haya ningún malentendido, de modo que cuando todos nos vayamos a casa y habléis con vuestros amigos y ellos digan "ése me quiere quitar mi arma", vosotros lo hayáis oído aquí ... creo en la segunda enmienda. Creo en el derecho legal de la gente a llevar un arma. No os voy a quitar vuestras armas." Cuando habla del aborto, Obama es en extremo cuidadoso, siempre empieza diciendo "Es una cuestión muy compleja" y afirma que todos los puntos de vista valen, que todo el mundo tiene razón de alguna manera y que ha habido un exceso en considerar el aborto como algo positivo cuando en realidad es un drama personal.
Sí, Obama claudica. Es difícil saber si él cree que se deberían prohibir las armas o si cree en el derecho al aborto, pero quiere ganar estas elecciones y quiere sinceramente que la gente entienda que él es capaz de entenderles. Una vez presidente, cuando tenga que tomar decisiones, no será tan relativista y es probable que sea un presidente muy liberal, sobre todo si tiene el congreso de su lado. Puede que tenga razón al meter en el cajón temas que llevan décadas envenenando la política estadounidense, impidiendo concentrar las elecciones en cómo sacar a ese país adelante en un contexto de profundo cambio económico. Es como si dijera: "Mira, vamos a dejar esto de lado y hablemos de las cosas que nos afectan cada día".
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3 comentarios:
Hola Nacho. Interesante análisis, como siempre, aunque hay algunas cosas que no veo muy claras. En primer lugar, no estoy de acuerdo con que la guerra cultural sea de la derecha. Originariamente, es de la izquierda que entendió, especialmente a partir del concepto de "Guerra de posición" de Antonio Gramsci, que había primero que ganar la batalla de las ideas, para luego reconquistar el poder enajenado. La derecha, en los años 60, harta de perder esta batalla, reacciona, invierte dinero en Think Tanks, reorienta su estrategia hacia la comunicación. Hay una interesante descripción de este proceso en "No pienses en un elefante", de George Lakoff. ¿La solución? Volver la batalla cultural y recuperar el terreno perdido.
En segundo lugar, dices que Obama es visto como la elite liberal del PD y, por tanto, tiene dificultades para ganar el voto de base, obrero...etc. He leído esto en algún lado, pero creo que estamos ante un fenómeno diferente. ¿No era Hillary Clinton la que contaba con la elite del PD y Obama remontaba empatizando con la base? Creo que la estrategia de Obama ha sido encarnar él mismo el sueño americano, y revitalizarlo. Él le ha dicho a la gente: si yo he podido, vosotros también. Y yo soy uno de los vuestros. No uno de ellos (en alusión a "Washington"). América está formada, sobre todo, por gente como nosotros, héroes anónimos, personas de clase media, y debemos recuperar esa América, ese sueño.
Esa ha sido la historia que yo he entendido en sus palabras.
Por otra parte, es lógico que, en campaña, dejes de lado los temas peliagudos: aborto, armas...etc. ¿Por qué? Encuentro dos motivos: en primer lugar, disparan las especulaciones sobre tu supuesto radicalismo en otros ámbitos, incitan miedo, y movilizan al electorado contrario. Zapatero hizo lo mismo. En campaña, antes de ganar, dijo que los homosexuales podrían casarse, pero que la adopción no era prioritaria. Si hubiese dicho que sí, desde el principio, como luego ocurrió, la gente le habría atribuido una cierta radicalización en ámbitos como la economía, educación...etc. La contestación a eso que ha tenido Obama es: esos temas dividen, y el tiempo de la división pasó, ya encontraremos entre todos la mejor solución. Centrémonos en lo que nos une. (Así se construye como líder de toda la comunidad).
Vamos a ver qué pasa. Creo que va a ganar Obama porque ha creado una ola favorable al cambio. Al cambio no sólo de partido, sino de concepción de la política. Y él encarna ese cambio.
Querido,
Gracias muchas por tu comentario. Ahora que la Historia ya ha hablado y ha puesto a ese hombre excepcional al poder, todo esto puede parecer fútil, pero quisiera comentar tus comentarios.
1. Gramsci y la Guerra cultural: por supuesto que la definición de la política como confrontación viene de la izquierda, mientras que la derecha optaba por la conservación, el no-cambio, la aceptación de lo que siempre ha sido como lo mejor. El arte de Nixon en la derecha americana fue entender que la lucha de clases estaba siendo sobrepasada y que podía reunir bajo su guía a una mayoría cultural. Definamos: por cultura entiendo valores, es decir no ideas económicas ni de Estado del bienestar, sino decisiones que afectan a la ética más elemental o a la esfera privada de la vida de las personas. La izquierda inventó la guerra política y después del 45 incluso consiguió imponer una cierta idea del papel del Estado, pero la derecha americana contraatacó con la derivación cultural, la guerra de los valores.
2. Hillary, Obama y la elite demócrata. Habría que hacer toda una serie de distinciones. En primer lugar, están los hechos y están las imágenes: si bien Hillary era de hecho la candidata del aparato del partido, apelaba con mucha mayor fuerza al voto obrero gracias a una extraña imagen de cercanía, daba la sensación de entender sus problemas. Lo cierto es que Hillary n se habrá llenado el tanque de gasolina en los últimos 25 años, pero eso no importa. Ella apelaba a la base tradicional del partido con un mensaje basicamente tradicional de la izquierda, mientras que Obama aparecía como un sesudo y joven académico dispuesto a vender un mensaje post-moderno a esa base. Otra distinción: la base tradicional del partido y la movilización de Obama. Obama ha ganado gracias a que ha movilizado mucho más allá de la base tradicional. Esta, con la excepción de los negros, le era favorable a Hillary, pero la campaña de Obama fue introduciendo a gente externa en las primarias y ganó a base de agitar a la base, nunca mejor dicho.
3. Las campañas y los temas difíciles: Es cierto que en campaña se dejan de lado los temas que dividen, pero ésa no es una regla general. Las tácticas de Bush/Rove consistieron precisamente en reivindicar los temas que dividen para movilizar a la base a través de un proceso de identificación partidista exacerbado. Sería interesante analizar las campañas de Bill Clinton en ese sentido. Obama acusa a lo Clinton de participar en las estrategias de división que han tenido al país partido en dos. Habría que ver si eso era cierto durante las campañas también.
Reagan dijo una vez: divide al país en dos, y quédate con el trozo más grande. Efectivamente, ésa ha sido la táctica de la derecha durante las últimas décadas, y les ha ido bien.
Yo no es que crea que Obama no era, o no es, un intelectual sofisticado. Lo es. Y cerebral. Mucho. También lo era John Kerry. Pero creo que ha sabido aderezar, ampliar, su propio personaje, con una gran capacidad para contar la historia que demandaban los americanos en este momento. Ahí ha seducido al público. Y digo público, porque en estas elecciones, más que votantes, ha habido audiencia. Ha sido un guión de Hoolywood, que deberíamos observar con detenimiento, porque marca definitivamente la deriva de la política hacia el storytelling y hacia el lado semiótico, dejando la semántica en un segundo plano...
Abrazos madrileños, con churros y chocolate caliente.
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