Tengo una historia complicada con Marías. A pesar de nuestra tirria común hacia Mourinho, sus artículos dominicales en EPS, con sus filias, sus fobias y sus generalizaciones presuntuosas, tienen la curiosa virtud de crisparme. El primer libro que leí, "Todas las almas" (que se puede considerar ya una suerte de prólogo de "Tu rostro mañana", lo que es "El Hobbit" para el "Señor de los anillos", salvando las distancias), me encantó por el estilo, por la extraña melancolía que destilaba, por su sorprendente final, por Toby Rilands. Sin embargo, los siguientes libros que intenté leer (sí, varios) se me caían de las manos; su estilo me parecía inútilmente enrevesado, y se encuentran en la corta lista de libros que he abandonado. Sin embargo, por recomendación de mi padre, me compré la edición de "Tu rostro mañana" en un sólo volumen, me lancé a su lectura y me hechizó immediatamente. 1300 páginas de disfrute permanente.
Es difícil explicar el placer de la lectura de esta obra. Está, como he dicho, la erudición, los ilimitados conocimientos, pero también el sentido del detalle, la permanente y extraña comicidad de las cosas, el placer de insertar gotas de cultura popular en ese maremágnum de alta cultura. Al cabo de 400 páginas nadie pensaría que el libro pudiera enganchar por su trama, pero es justamente lo que empieza a ocurrir, primero de manera sutil, insidiosa, luego con la brusquedad de la escena clave, que pone en juego, absurdamente, una espada medieval en un lavabo de paralíticos de una discoteca londinense. El último tomo es aún más absorbente que el resto y el cierre de la trilogía es sublime.
El estilo de Marías es radicalmente personal. No hace concesiones: o se toma o se deja. Yo soy de los que lo toman, como un sediento en el desierto. A lo largo del libro (no es una trilogía, es un solo libro en tres tomos), Marías va sembrando ideas, hilos de los que tira durante varias páginas y que resume en una alegoría, como la del cerco de la mancha de sangre que aparece en el primer tomo y retorna permanentemente (el cerco que parece no querer desparecer por mucho que se frote, el empeño por permanecer, por dejar rastro, por demostrar que se ha exisitido y, por el otro lado, el empeño por hacerlo desaparecer, de modo que nunca haya existido, aunque haya existido), dándole cada vez una interpretación o una aplicación ligeramente distinta, enriqueciéndola, dándole espesor y profundidad. Y cada vez es una sorpresa, una delicia.
Según él mismo explica, Marías escribe con brújula, sabiendo hacia dónde se dirige, pero sin un plan preconcebido o una idea clara de lo que va a ocurrir. Por supuesto, eso no significa pura improvisación: cualquiera que haya escrito una novela sabe que el próximo capítulo te persigue todo el día, en la ducha, mientras te afeitas, en el metro, te des o no cuenta y, cuando te sientas a escribir, muchas cosas se han aclarado en tu cabeza, de modo que no estás realmente improvisando, sino aplicando un plan que vagamente has definido. Sin embargo, ese placer de dejarse llevar por la escritura es palpable a la lectura y se hace contagioso, "engaging", se diría en inglés. También explica que no corrige nunca la primera versión de lo que escribe. Revisa varias veces cada página; sin embargo, una vez que la ha dado por buena, no se permite volverla a tocar. Eso implica que no "puede" volver atrás para corregir elementos que no le convienen de lo que ya ha escrito, que le molestan para coger al dirección que le apetece tomar. Se ve "obligado" (por su propia volutnad, entendámonos) a buscar otra solución, a asumir lo que ha hecho. Es como la vida, según sus propias palabras: si te has casado mal con veinte años no puedes volver atrás y deshacerlo, tienes que vivir con ello. Este aspecto técnico lo he sabido sólo después de leer el libro, pero también es palpable en el resultado, la sensación permanente de que hay que vivir con lo que tenemos.
La mezcla de la erudición, de la fluidez parsimoniosa de la escritura, de la inconfudible comicidad, del carácter particular del narrador (con sus opiniones bien formadas y politicamente incorrectas), de los apasionantes temas tratados (grandes temas literarios: el olvido, el odio, la violencia, la traición) y de los periodos históricos sobre los que se extiende (la Guerra Civil, la II Guerra Mundial, las leyes raciales nazis, el espionaje inglés de la guerra y la posguerra, la represión franquista...) covierte esta lectura en una experiencia única e irrepetible. Una obra maestra, un objeto no identificado de gran literatura, inclasificable, inolvidable.