CHAFLÁN
RAE: "Plano largo y estrecho
que, en lugar de esquina, une
dos superficies planas, que
forman ángulo."
Al intentar manipular la programación de esta página recién estrenada, obervaba con curiosidad que uno de los elementos que parecía menos simple de resolver era algo tan sencillo como las esquinas redondeadas. Pensando en ello, comprendí haber elegido la pariencia de la página en buena medida por esa cualidad particular que, pensé, hace más serena la lectura, cuando muchas páginas tienden a crispar.
Esos "bordes redondeados" que nos dan serenidad no hacen sino satisfacer una aspiración tan humana como la de la suavidad, la del rechazo de la virulencia en favor de los susurros: el ángulo recto es un peligro de golpe, mientras que la curva es una promesa de caricia, de sensualidad.
Y de ahí al chaflán ya no queda más que un paso. En urbanismo y en arquitectura, el chaflán juega un papel considerable: el Eixample barcelonés (desde donde escribo) se caracteriza por amplios chaflanes cuya primera función era facilitar la circulación, en un principio de los peatones. Hoy por hoy, también mejora la seguridad del tráfico rodado, pues los vehículos tienen mucha mayor visibilidad y se evitan accidentes, es decir violencia. En otros términos, los chaflanes dejan ver venir al otro, dan tiempo suficiente para reconocerle y para dialogar, aunque sea por signos, y establecer un acuerdo con él. El chaflán es diálogo y mutuo reconocimiento, tan lejos de la agresividad ante los inesperado. Además, el chaflán crea un espacio refugio para alargar el encuentro fortuito sin molestar ni ser molestado por la circulación.
No hay que olvidar que el Ensanche es fruto de la burguesía y que esa misma tranquilidad es una aspiración muy propia de esa clase social: los ángulos rectos de los bloques de viviendas sociales son la otra cara de la moneda, el símbolo de la crispación, el caldo de cultivo de la explosión de la violencia. Es más, para evitar los fatídicos 90 grados, la burguesía está incluso dispuesta a sacrificar algo de las plusvalías del terreno (cuatro chaflanes menos serían unos cuantos pisos más) en pos del espacio común de conviviencia, es decir la tan preciada paz social.
Aunque pueda parecer una de nuestras palabras de origen árabe, "chaflán" viene del francés chanfrein, que también ha adoptado el inglés (chamfer), y que se refiere a la parte anterior de la cabeza del caballo que separa la frente del hocico. Es decir, un chaflán natural que sirve de transición entre la frente, que se dirige al cielo, y el hocico, que irremediablemente busca la tierra, el olor. Los chaflanes en urbanismo también tienen una función parecida: al convertir el cuadrado de la manzana en un octógono, el chaflán da a las diferentes ventanas y balcones de un edificio la variedad de las ocho combinaciones entre los cuatro puntos cardinales. Es el único modo de hacer una fachada que mire al preciado sur y otras dos que se pueden contentar con sureste y suroeste.
Así pues, como los bordes redondeados de esta página, el chaflán es esa dulce transición de las cosas hacia otra naturaleza. Y aquí, en Barcelona, la cara sur, la más soleada, está en un chaflán, lo que demuestra que a veces el estado pleno de las cosas está en los virajes y no en la pureza.
Y es que toda curva queda a la espera de una caricia.
10 comentarios:
Hola Nacho, tu blog es probablemente el único que me ha llamado verdaderamente la atención en años de blogs que ya llevamos. Desde un freakie del urbanismo que vive en el sur y se tira de los pelos al comparar el ensanche con las putas calles de Los Remedios en Sevilla, mi más sincera enhorabuena por tu rincón para la conversación. Todos los años voy a Barcelona una semana a perder el tiempo: que de las mejores cosas que se pueden hacer en Barcelona mientras se observa a la ciudad bullir en todos sus lugares. Si hay algo que admiro es la brillante idea que tuvieron los Cerdá y compañía con la retícula octogonal del ensanche. A veces, amigos extranjeros -de café babel- me dicen que Barcelona no es muy bonita, que aparte de la ciudad vieja no hay mucho. Qué tristeza me da que no se den cuenta sino hasta que nazcan sus nietos de que Barcelona ha creado para el futuro un nuevo concepto de ciudad histórica y emblemática, con bellezas de nuevo cuño con la culminación de su Eixample. Y es que lo previsible y multiplicado también tiene su poesía.
Abrazos y colores!
Por cierto, se me olvidaba: ¡ese rothko campeón!
Illo, la última: Cuidado que Scott Fitgerald pega fuerte. Yo me leí su clásico Gran Gatsby un verano que estuve trabajando a destajo en una aldeíta perdida en las costas atlánticas de Irlanda, y me dejó con un "mood" del que años después aún no me he librado. Es un as. Era undepresivo: ¿lo sabías? Según Hemmingway (que manda huevos que lo dijera él) en "París era una fiesta", el tal Fitgerald era un tipo desesperado por compaginar el mundo de lo superficial y su caracter inseguro y depresivo. Se entiende mejor así su obra.
Ea, te dejo.
Ey Fernando,
muchas gracias por tus comentarios. La verdad es que hace ilusión esto de hacerte un blog y soltar ahí tus chorradas. ¿Tú tienes uno?
No te desesperes con Sevilla, que tiene su aquél, aunque de una manera mucho más ancestral, apelando a las tripas, mientras que la construcción del espacio mental de BCN es sobre todo racional. Me alegro de ver que no soy el único que cree en la cuadrícula como espacio perfecto de expresión de la personalidad, de la creatividad.
La próxima ves que te pases, avisa.
Fitzgerald me seduce. En todo caso, ya haré un post sobre el libro cuando lo acabe y espero tus reacciones.
Ah, Rothko. ¿Una imagen que me represente? Rothko, por supuesto, esa metafísica de las lineas tan sucias que son humanas, de los colores flotantes.
Apa, hasta pronto.
Efectivamente la arquitectura hace la ciudad y las buenas ciudades están hechas de aciertos arquitectónicos como el protagonista de tu feliz comentario. El urbanismo puede hacernos áñgo más felices o, lo más frecuente, convertir nuestros barrios en una pesadilla.
Siempre me ha llamado la atención que el buen ejemplo urbanístico de Barcelona no haya sido imitado en un país tan obsesionado con la planificación urbana. El problema es que la planificación ha acabado siendo el principal agente del desorden especulativo que padecemos.
Y que lo digas, anónimo.
Lo importante es que se ha tardado mucho en comprender que la planificación al estilo francés, centralizada y dirigida desde el sector público sirvió (y mucho) en la época de los Ensanches, pero que en el último tercio de siglo, en un contexto más democrático y más burocratizado, no hacía más que ralentizar el proceso de toma de decisiones. Un PGOU puede tardar décadas en adoptarse, dejando el margen más libre imaginable a la especulación pura y dura: la no-planificación.
Gracias por tus coms.
Bueno, yo soy el que faltaba. Acabo de llegar a Madrid después de un itinerario que empieza en Málaga, sigue por Barcelona (la casa de Nacho), se va a Valencia (ciudad donde nací) y termina aquí, en la Plaza de los Cubos de Madrid, desde donde escribo ahora. Ver tantas ciudades juntas en tan poco tiempo me ha dado lugar para comparar rápidamente, bruscamente, sin dejar a la mente hacer trampas. Ahí va mi reflexión:
Barcelona opera un urbanismo, efectivamente, estructuralista, reticular, positivista, cartesiano. Se trata de organizar el espacio, de optimizar, de generar ritmo, simetría, certidumbre. Lo fundamental, creo, es la existencia de un plan, lo cual siempre nos remite a un poder, una visión, un eje. En este caso, la Burguesía. En Barcelona tenemos la ilusión de que el orden es posible. Valencia, ciudad imitación de Barcelona, juega con el mismo lenguaje del ensanche, del chaflán, pero su estructura no es hegemónica ni domminante. En cualquier caso, como mi familia vive en una manzana octogonal y achaflanada os puedo asegurar que desde pequeño esa estructura me es cercana: la entiendo. Por último, Madrid es la ciudad de los mil poderes. Su piel es la piel de las guerras y las luchas de poder que operan en el centro, que se disputan el centro, no es la piel bien urdida del consenso burgués o nacional. Sin embargo, creo que el espacio, la ilusión que crea la retícula de chaflanes, es tanto espacio abierto, creado al desahogo de las calles que se cruzan, como símbolo de atrapamiento: la estructura nos ordena, y nos sitúa... ¿nos aplasta? Desde un chaflán, se ven los cruces que siguen, los anteriores. La ciudad parece abalanzarse sobre uno y dejarlo en medio de una circulación, de un ente superior que no controla. Es eso lo que siempre me inquietó de esta estructura: su silencio, su eje cartografiado que crea e impone fronteras: dentro-fuera, arriba-abajo. Barcelona es Europa porque es el esquema, la planificación, la bifurcación y la esquizofrenia que nos impone el orden del lenguaje: el pensamiento a un lado, las cosas al otro lado de las palabras, separadas por el cristal que el pensamiento impone. Madrid juega en la baraja del caos, es como estar en el País de las Maravillas y ser Alicia, es perseguir un orden que siempre se tuerce, siempre desemboca en otra cosa. Las palabras y las cosas salen de Madrid para estrellarse en lo inesperado, lo que no se prevé: la pequeña plaza de pueblo que emerge, irreal, tras la puesta en escena cartón-piedra de la Gran Vía monumental y post-burguesa, la suave colina intrincada con revoltijo de calles que se transforma, poco a poco, en calle ancha, en diluvio comercial, de coches. Barcelona, ciudad de estructura, de razón, que habita en el ojo que todo lo ve y todo lo controla. Madrid, ciudad de fugas, de transiciones y deslizamientos. Dos modelos. Y luego está París, que lo tiene todo, que es todas las ciudades. Pero yo ya estoy configurado por Madrid, mi identidad son las mil mesetas, el bucle nómada que circula siempre en la incertidumbre de la capital que nunca logró gobernar.
Querido Antonio,
La cuestión de la cuadrícula me recuerda un poco a aquellos hologramas que s epusieron de moda hará diez años y vendían siempre en los parques, vete a saber porqué. ¿Recuerdas? Estaban hechos de tal modo que si te quedas mirándolos fijamente de un modo que no se conseguía describir nunca, pues veías algo totalmente distinto. Escondido debajo de un patrón había otro patrón.
Cuando miro la cuadrícula, veo cuadrados, veo flujos de movimiento de un lado a otro, veo caminos. Cuando miras la cuadrícula ves rejas. Es un signo al que ponemos dos iguales distintos, menos mal. Sino, ¿qué sería la lengua?
Jaja, bueno, sólo trataba de darle una vuelta al tema. Lo cierto es que Barcelona me gusta mucho, me gustaría saber si las estructuras cuadradas son azarosas o necesarias... Te pregunto, ¿sería posible una ciudad hecha de círculos exactamente iguales? En cierta forma toda manzana sería una rotonda... ¿Sería factible? ¿Por qué no se ha dado esta forma en urbanismo? Es una pregunta seria, me parece curioso.
Me encanta. He vivido en una casa antigua con esas curvas en un pueblo de Sierra Nevada donde hay algunos chaflanes inolvidables: Abla Almería
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