Así pues ahí estaban, el uno frente al otro (en realidad, ambos miraban hacia el moderador de modo que las líneas de sus miradas hacia este último formaban un ángulo de cuarenta y cinco grados y para que sus miradas se cruzaran debían girar el cuello, cosa que evitaban fehacientemente, quizás por el efecto que los pliegues que se forman en el cuello pudieran dar en televisión), a la derecha un señor negro y guapo, juvenil, con buena percha; a la izquierda un hombre mayor (perdón, un viejo), blanco y arrugado con los hombros redondeados y la cabeza hundida.
Hablaban de Irán, de Cuba, de Venezuela, de Corea del Norte, incluso de España, pero poco importa. Digamos simplemente que hablaban del mundo exterior. Para los americanos, todo lo que está fuera es el mundo exterior. Hay matices, claro: París/Torre Eiffel; Vietnam/Selva; Irak/Desierto; Cuba/puros. Pero, en el fondo, el mundo entero es simplemente un campo de batalla en potencia, su geografía importa para saber si una guerrilla se desenvolvería bien en ella, su cultura para saber si se van a matar entre ellos o si se van a aliar para matarles. El mundo exterior es el mundo exterior. Raro.
Nada más empezar, el viejo blanco lo deja claro: "Ahmenijaded" - "Ahminejadid" - "Ahmade..." - "Ahmadinejad" (gracias a Dios), mientras parece empujarse a sí mismo fisicamente, como si la palabra se hubiera quedado realmente atascada en el esófago. Yeah, John, el mundo exterior es raro. Más tarde, vuelve a la carga, hablando de la "Pe", la "Pe" (no, no la actriz cubana), la "Perestroika" ("Glasnost" le sale de corrido y eso que parece más difícil, en realidad). Hable de lo que hable, el viejo blanco intenta demostrar que tiene más experiencia que el joven negro. De paso deja claro que es más viejo, que se le atrancan los nombres extranjeros. Es lo que tienen la experiencia y la vejez, son cosas indisociables.
En cambio al joven negro (que, dicho sea de paso, tiene un nombre de los más raro, aunque fácil de pronunciar) los nombres impronunciables parecen salirle con la facilidad de un hombre de mundo, acostumbrado a lo trabalenguas. No necesita darse empujoncitos para que las palabras salgan, de modo que dispone plenamente de su cuerpo como instrumento de su retórica.
Y sin embargo, las palabras no le salen con facilidad. Es un pico de oro, el mundo entero lo sabe. Dale una multitud y te la fundirá armado de palabras. Pero no aquí, aquí hay que responder al viejo blanco, a sus acusaciones, a su sentido irrecusable de la especificidad y se le puede sentir luchando con las palabras, intentando encapsular en un par de frases directas pensamientos complejos, largos razonamientos. Dios mío -siento que piensa cada vez que se atranca-, qué difícil es simplificar las ideas complejas...
Frente a él el viejo blanco hace sus gestos, habla de dos personas alrededor de una mesa, de conceptos morales simples, de atajos conceptuales que casi te sonrojan, interpreta supuestas conversaciones ridículas. Todo es material y todo entra en un modelo de pensamiento fijo. Ahí fuera, en el mundo exterior, hay buenos y malos. Hay que ser buenos con los buenos y malos con los malos. Por mucho que el joven negro quiera hablar de conceptos, rechazar ideas, proponer otras, el viejo blanco le va a poner una mesa delante, forzarle a considerar su materialidad. La insoportable materialidad de una mesa, del sonido absurdo de las palabras que quiere poner en su boca. "It's not just naíve, it's dangerous", concluye el viejo blanco. Joven, inexperimentado, inocente. Te la van a meter doblada, jovencito. Estás en el patio de los grandes, éste no es tu sitio.
Y el joven negro sonríe (una sonrisa falsa, por supuesto). Vuelve a las ideas; intenta demostrar que tras las palabras del viejo blanco subyace un modo de pensamiento, una visión del mundo simplemente falsa. Ah, la liviandad de las ideas... Y la cabeza encajonada del viejo blanco vuelve al ataque, los puños firmes, "let's make it clear" y vuelta a empezar: lo material, un tipo a este lado de la mesa, otro tipo al otro lado, se hablan: "Quiero borrar a Israel del mapa"; "No, no va a usted a hacer a hacer eso" (risas).
30.9.08
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3 comentarios:
El problema, y no sé si compartes esto conmigo, nacho, es que un comandante en jefe, un viejo experimentado, forma parte del mobiliario estropeado que la gente quiere tirar a la basura. La guerra ya no está en "el mundo exterior". Sino en casa.
Bueno, lo que pasa es que este primer debate era sobre política exterior. Ahora mismo, sin duda, lo importante ocurre en el mundo interior, en las hipotecas a fin de meses, en los deshaucios y en los plnaes de rescate de Wall Street. Pero dudo mucho que la gente allí se vaya a olvidar de Irak cuando voten. Creo que la política exterior va a pesar y que la "belicosidad" de McCain le va a hacer daño. En este momento, yo veo a los americanos en una fase de mentalidad de retiro de la escena bélica internacional.
Pero no creo que quieran librarse de la idea de Comandante en Jefe. Creo que para el votante norteamericano la capacidad de decisión en situaciones extremas es vital a la hora de votar. No son como nosotros, que vivimos en un Venus post-moderno. Los americanos viven en Marte, con el dedo siempre en el gatillo por si ocurre algo. Como decía Robert Kagan, nosotros los europeos somos como el coro de las tragedias griegas, nos limitamos a comentar lo que los actores de la obra hacen: "Oh, Bush! By reckless pride undone!".
Un abrazo.
Hola primo, aqui desde mi punto todo tiene un punto otoñal, lánguido(las elecciones americanas incluidas), a la vez que estimulante y espectante.
Yo estoy en pleno proceso de envio de portfolios por los estudios de Londres asi que a ver que pasa.
Me ha gustado saber de tí a través de tu blogsito.Estamos en contacto querido. Muchos besos a los dos.
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